Revista Lectura Lacaniana Número: XXIV
VI Jornadas de Literatura y Psicoanálisis II
Publicado : 13 octubre, 2014
Segunda Entrega:
“El inconsciente huérfano escamotea la novela familiar” por Amalia Sato
Y “ Laberinto de fronteras “ por Flavia Soldano
Amalia Sato es profesora de la Facultad de Filosofía y Letras, tradujo entre otros a Clarice Lispector, Haroldo de Campos, Jorge Amado, Yasunari Kawabata, Sei Shonagon, Natsume Soseki, Sei Shonagon, Ihara Saikaku. También difunde con sus amigos el teatro de papel kamishibai y Brasil, Japón e Italia, desde la lengua de esos países, produce sus espacios de ilusión. También hace casi ya 20 años edita la revista literaria Tokonoma.
Amalia sitúa cómo para Aira, al crear un nuevo género: la historiola, una gótica significada cuyo mecanismo le ha sido provisto por su oficio de traductor, La Pampa deviene un lugar idílico, lleno de peripecias y situaciones proliferantes. Destaca cómo la fantasía creativa hace de la carencia que crece un testimonio artístico, sensible y directo. Señala como significativo que esta suerte de utopía se prive del tanto mal litigante de la propia historia.
En La Mamacoca de Libertad Demitrópulos, Amalia sitúa cómo hace de marco y va a contrapelo del lustre teórico y del gesto político el prólogo de Nora Domínguez.
Frontera “purgación, estado crisálida, el intervalo que separa del absoluto la figuración. Quien se atreve a cruzarla, a desafiarla, desprecia el paraíso. Tenemos un ansia amorosa por el infierno, tenemos el gusto por el sabor. Para nosotros las fronteras existen y el infierno no está solamente del otro lado, es necesario cruzarla, morir y transfigurarse para que podamos decir eso, la embriaguez de lo último”, notable definición de la autora que Amalia destaca.
Cita a Heer, con “hay huesos en la entraña de la letra”, a Shua en “la búsqueda de un tono poético en una revelación de la lengua”. “Hay decires que quedaron en el oído” dice Demitrópulos, hilvanes que Sato entreteje con “lianas de peripecias”. En Trenzas, de Susana Szwarc, es el cabello el que marca escenas, de regreso al pueblo todo es entrecortado y dicho con pudores, “el inconsciente huérfano escamotea la novela familiar”.
Finalmente, cita las trincheras y los yuyos resistentes de Renais que crecen entre las grietas, los adoquines, las ruinas, fronteras engarzadas de entre pozos y charcos, entre el barro y la libertad, bordado que Amalia empuña decidida, esquirlarndo la lengua para despertar a su poesía.
Flavia Soldano es psicoanalista y poeta, Master en Pensamiento Clásico, Master en Sagradas Escrituras, profesora en el Instituto Superior de Estudios Teológicos y autora de artículos varios publicados sobre todas estas disciplinas y además del libro Matadura del rayo.
Flavia selecciona el término “folletín” del título de las jornadas, el mismo la ha sumido en un pensar acerca de lo que tiene de entrega el folletín, de entre, de esa espera que se agita entre uno y otro y, en cómo devendrá el folletín de los argentinos en entregas.
De la mano de Perlongher, cita “tampoco yo sé dónde queda Cracovia ni me importa, es nada más por el crujir de estas consonantes que la invoco”, es que Flavia se pregunta: ¿cómo se encuentra el territorio de la ficción, dónde se inscribe su nombre, por dónde pasa la frontera?
Desconfiada de las brújulas no se orienta en la tierra de espejismos, pues para ella el territorio es urdiembre, y las fracturas en un mapa crean el andar hasta perderse.
De Ema y La Mamacoca señala el inconsciente de frontera, los límites que se pasan y los márgenes que nacen de los movimientos de las nuevas geografías.
Trenzando la escucha en Trenzas, toma de allí “imposible detener las huellas del cuerpo. ¿Por dónde pasa la frontera? ¿Dónde habita lo extranjero?” Cuerpo y pertenencia geográfica engendra, bajo los sinceles poéticos de Flavia, la frontera es, laberinto de fronteras.
Andrea Fernanda Amendola.
Juan Laxagueborde: Gracias, Carlos, tomamos nota de muchas cosas que dijiste. Ahora presentamos a Amalia Sato que es profesora de la Facultad de Filosofía y Letras, en Letras, que tradujo entre otros a Clarice Lispector, Haroldo de Campos, Jorge Amado, Yasunari Kawabata, Sei Shonagon, Natsume Soseki, Sei Shonagon, Ihara Saikaku. También difunde con sus amigos el teatro de papel kamishibai y Brasil, Japón e Italia, desde la lengua de esos países, produce sus espacios de ilusión. También hace casi ya 20 años edita la revista literaria Tokonoma. Bueno, presento a Amalia.
Amalia Sato: Buenas tardes a todos, quiero agradecer a Liliana Heer a Arturo Frydman, la invitación a estas Autopistas de la Palabra 2014, muchas gracias.
Y quiero decirles que el pedido de leer tres libros en simultáneo y lograr un texto breve de mil palabras es un desafío, así que yo me aboqué a la tarea, me lo he tomado de una manera rigurosa, creo que ahí usaría la palabra por excelencia, fue un acto como de transferencia respetar lo que propusieron, intentarlo.
Bueno, los libros son los tres que ya mencionamos: Ema, la cautiva de César Aira, Trenzas de Susana Szwarc y La Mamacoca de Libertad Demitrópulos. Mi escrito, mi breve escrito yo lo estructuré de algunos subrayados y resaltes, eso fue lo que hice.
Come sólo pies para empezar a trenzar con libertad que cautive, Trenzas de Susana Szwarc, La Mamacoca de Libertad Demitrópulos y Ema, la cautiva de César Aira. Horizontalidad de leer irrumpe, estas son sólo puntuaciones.
¿Qué, de Ema, la cautiva, engaña? El juego que contrabandea cierta frontera entre contratapa y solapa en la primera edición, que hace bisagra en lo que la editorial de Belgrano inicia con la producción: Narradores argentinos contemporáneos.
Si el desierto o La Pampa es una sección más fecunda y posterior, es un lugar idílico, lleno de peripecias y situaciones proliferantes, puntal por reflexiones insignes, como lo aclara el propio autor, es por su creación de un nuevo género: la historiola, una gótica significada cuyo mecanismo le ha sido provisto por su oficio de traductor. La probidad de una duración impecable al amparo de cierto idilio calculado, y el posado gesto oral de una pasión por la indiferencia.
Para algunas personas, el libro es un aporte a la historia de la vida en las pampas o una revelación sobre cuestiones de género, consintiendo el juego al que la solapa da pie, cito: “Hasta la fecha, la editorial concentró sus esfuerzos en publicar a examen de interpretación la realidad nacional.” Sentimos crecer una carencia, el testimonio sensible, artístico y directo que sólo puede habitar en la fantasía creativa.
Significativo que esta suerte de utopía se prive del tanto mal litigante de la propia historia, la Zanja de Alsina cuya presencia se transforma en, cito: “el único accidente eran unas profundas cañadas excavadas en el suelo, quién sabe qué antiguas perturbaciones geológicas.” Los más de 300 kilómetros cavados a pala y pico de esta réplica inversa de la Muralla Chica son ahora una cicatriz en el campo, y quedan naturalizados en la novela de Aira.
En La Mamacoca de Libertad Demitrópulos, el prólogo de Nora Domínguez pesa. Enmarca y va a contrapelo del intensivo lustroso de las teorías y del gesto político.
En página 131, una notable definición de la autora: aquí todos saben qué significa la frontera, purgación, estado crisálida, el intervalo que separa del absoluto la figuración. Quien se atreve a cruzarla, a desafiarla, desprecia el paraíso. Tenemos un ansia amorosa por el infierno, tenemos el gusto por el sabor. Para nosotros las fronteras existen y el infierno no está solamente del otro lado, es necesario cruzarla, morir y transfigurarse para que podamos decir eso, la embriaguez de lo último.
La búsqueda de un tono poético en una revelación de la lengua, dice Shua.
Hay huesos en la entraña de la letra, dice Heer. Hay decires que me quedaron en el oído, dice Libertad Demitrópulos. Hay una cartografía de gloria ajena, la Mesopotamia en Río de Congojas; el Sur en Un Piano en Bahía Desolación; el Noroeste en Flor de Hierro; la triple frontera en La Mamacoca, hay una política de la ficción, dice Alejandra Narin. Una sociedad trastornada por la creación de sus formas. Narración con látigo y boom que marea con lianas de peripecias donde cada quien es lo que es con nitidez de un elenco prodigio.
En Trenzas de Susana Szwarc, proliferan los aljibes, las zanjas acá sí, los charcos, los pantanos, las cunetas, hay barro. Hay un regreso al lugar de formación, al pueblo, lugar donde sucedió un barullo que las trenzas señalan en intermitencia, el cabello marca escenas.
En esta novela todo se entrecorta, se cuenta a lo lejos, con pudores, con falsedades. El inconsciente huérfano escamotea la novela familiar. Escapar de la mediocridad de narrar un asunto privado en valor relegado. No hay ambición por aptitudes pero cuánto nombre propio haciendo su entrada en escena e imposición en la línea. Hay trenes, hay una bombita de 27 Watts bajo la que se lee la palabra Holocausto, sí, el diptongo la hace bonita y en página 61 Vietnam, Auschwitz, Hiroshima, la lucha de Guaycurúes, dolor y dolores, van cruzados la tierra, las siestas, las sandías.
La definición impecable de frontera y libertad, los pozos y zanjas, y charcos y barro, la Cucabia pampeana sede de una civilización distraída, melancólica de
la era. Y apela a la ley de la buena vecindad de las bibliotecas, para marcar el paso, le interesan las huellas, el detalle, marca el umbral, metáforas, más metáforas. Cito a (23:22) dibujando las posiciones estratégicas y las líneas del frente, dibujando las líneas de las trincheras en la guerra de 1914, esos sequizos practicados en la tierra de Europa para tragarse a los hombres por millones, trastornado él por cada muerte humana y fundido con los fantasmas.
Y cito a Renais, que en Nuit et brouillard, Noche y Niebla, documental de 1955, empieza mostrando los yuyitos que crecen en el campo del horror de Struthof, que vuelven a titular otras de sus películas. No sé, pero quería terminar citando las trincheras de (24:01), los yuyos resistentes de Renais que crecen entre las gritas, los adoquines, las ruinas. Sospechas, ciertas señales, profecías de creadores, esos datos que iluminan e irrumpen. Creo que los tres autores en las obras que convocaron este encuentro también establecerían lazos pertinentes.
(Aplausos)
Juan Laxagueborde: Gracias, Amalia. Vamos a escuchar ahora a Flavia Soldano que es psicoanalista y poeta, Master en Pensamiento Clásico, Master en Sagradas Escrituras, profesora en el Instituto Superior de Estudios Teológicos y autora de artículos varios publicados sobre todas estas disciplinas y además del libro Matadura del rayo. Flavia, gracias.
Flavia Soldano: Bueno, primero el agradecimiento a los amigos, a Liliana y Arturo. Después hay algo que yo quería destacar del título de esta jornada, el título de la jornada es: “La frontera. El antes y el después. Mitos, quiebres, el folletín de los argentinos”.
Yo me quedé pensando en esto del folletín, y hablaba hoy con Liliana, en lo que tiene de entrega el folletín, de capítulo, de entrega, de entre, de la espera entre un folletín, una entrega y la otra, y cómo será el folletín de los argentinos en entregas, esto es algo que me gustaría abrirlo después, si es que hay alguna oportunidad.
Otra cuestión que quiero decir antes de empezar es que mi trabajo es deudor de un libro de Reynaldo Sietecase, que habló en la mesa anterior y lamentablemente no se pudo quedar, se mencionó su libro que se llama Mapas para perderse, es un libro que me regaló y me inspiré un poco en ese libro de él, incluso hay unas citas sacadas de ahí.
Cartografías, existen las fronteras más allá del territorio construidas con sedimentos de palabra, perforan los supuestos, señalan en los mapas el cuerpo del extravío. Técnicas de cartografía, un mapa narra estratos simultáneos, recorta en el vacío, incluye resonancias, traiciona, simulan. Entonces, ¿cómo encontrar el territorio de la ficción, dónde se inscribe su nombre? Dice Perlongher: “Tampoco yo sé dónde queda Cracovia ni me importa, es nada más por el crujir de estas consonantes que la invoco.” Entonces, ¿por dónde pasa la frontera? ¿Dónde habita el extranjero?
Cartografía de la ficción, la pupila del cartógrafo ubica los quiebres, graba el punto de fuga por donde se filtran los rumbos. El territorio es urdiembre, como en el desierto la llanura es ilusión, desconfío de las brújulas, en la tierra del espejismo, el Norte estaba en el Este, el centro está por fuera. Sólo un mapa de fracturas permite andar, perderse. Dice La Mamacoca: “La presencia del azar, el paréntesis que supone la interioridad de toda ruptura. La firme inseguridad, un sueño, ¿quién ha dicho que es apenas la línea divisoria?”
Mapa de este folletín, disección, la frontera graba herida torciendo la piel de la literatura argentina, ¿cómo se trama el quiebre? Con topografía de retazos, hilachas de trenzas cortadas, desierto y contrabando. Por el revés de este enredo emerge otra grieta, se narra un cuarto texto que es parte del mismo texto, más personajes atrapados entre cuerdas de frontera. Ficción de lo político, la invención es una isla, Maciel.
Relieve de los textos, creencias, escorzo, pisar extraviados entre el silencio y el murmullo, el juego es lo imposible, en relieve se destacan las tormentas en el cuerpo, la textura es el equívoco, ¿a quién se le habla? Monólogo que apenas se roza, en la oración del encuentro se debela lo mortífero, trenzas cortadas en el charco forman ciénaga, lágrimas como víboras, el mapa se quiebra en fragmentos, la pasión es el olvido.
Ema y La Mamacoca, sucesos que destacan el inconsciente de frontera, pasando cierto límite todo es deserción, o sea que nadie está en su justo
lugar, declara el Coronel, en Ema. Extraída del desierto, Ema captura y es capturada por el movimiento de las nuevas geografías, Occidente es un margen en los mapas de palacios y faisanes.
Allí habita otra cautiva, ¿acaso la cautiva, la verdadera cautiva? Su nombre es referencia, C.F. Argentina, ¿acaso confróntese Argentina? Argentina es pie de página, C.F. Argentina habla una lengua melancólica, C.F. Argentina habita el más improbable de los lugares.
Mientras tanto, un cielo en el Norte se llama a la nueva frontera. La textura es prostíbulo y contrabando, allí la droga, y la última semilla, La Mamacoca se condensan, ellas, ella, son el palimpsesto en la carta del abuelo, sí, si se permite leer sobre lo borrado, niña, usted es mi última semilla, usted seguirá mis pasos. Ella palpa, saca un fruto carnoso y lo abre, ahí termina La Mamacoca.
Por detrás de la letra el abismo de la lengua, la frontera es laberinto de fronteras. El dictado que ojo telescópico se articula en la cámara narradora del montaje y el corte, ¿de quién es el ojo móvil que hace foco en el detalle del infierno? El ojo es frontera y genera el otro lado, la frase, si se permite, es el caos sobre el que vive la mirada, el tiempo, como nadie, el pasado vive alimentándose del presente.
El cuarto texto, cartografía de la Isla, el mapa es con división política, el territorio impone las palabras, desbordan las orillas en el foco del Riachuelo, se atraviesa la frontera Sur hacia una isla, falso, se atraviesa la frontera a la isla que no es isla, un pedazo de tierra en contrabando de la ciudad. El contorno de Maciel se quiebra entre aguas malolientes, autopistas y residuos. Dice La Mamacoca: cuando sopla el viento, la basura del país vecino se deposita entre nosotros. La existencia se trama como islotes solitarios, cautivos en la imagen del imperio.
Poner el ojo en la frase, trenzar la escucha, se dice: la gente de la isla, no sale de la isla. La gente de la isla no puede imaginar. Perdí el ojo a los nueve años, no se sabe éramos de la isla. Ser de la isla, pertenecerle a la isla, tener la forma de la isla. Dice Trenzas: el agua que utilizaron para lavarla estaba tan caliente que la mujer llevó la forma de esa noche hasta el fin de sus días.
Folletín del aislamiento, disección, la gente del barrio desprecia de la villa, los de la Pinzo, no se tratan con los del Pozo, las paralelas de los llamados pasillos, jamás se cruzan. Soplan nocturnas las sombras tristes de los antiguos prostíbulos. En el viejo convento Salesiano se extinguieron las monjas, diversos programas suceden en un mismo espacio, como arrecifes separados por ríos caudalosos, plantean límites infranqueables, apenas el saludo cuando el instante los une en la geografía del convento.
Dice La Mamacoca: las distancias son entrañas. Al fondo, en el pasillo ancho está la casa de las monjas, ¿cuáles monjas? Nadie sabe, no tuvieron contacto con las hermanas Salesianas, simplemente se fueron, desertaron o se las llevó la corriente. En el centro de la isla habita el cura cartógrafo, su lengua forja planos en la ficción del territorio, dice el cura: No se puede seguir robando en la isla, adentro no, roben afuera, crucen el puente, no roben acá. Dice Tomas Eloy Martínez: los mapas son ficciones mal escritas.
Dentro del convento alguien roba, circulan las sospechas, un hijo degüella a su madre, un contratado sufre un ataque de pánico, el cura lo expulsa. Pero la falsa isla resalta a isla rodeada por tóxicos torrentosos, anidan a los cuerpos otros cuerpos invisibles. Por la piel de la isla se hace trazo de frontera, epidemia de forúnculos. La repetición de la marca teje hilo, disimula las distancias. Dice Trenzas: imposible detener las huellas del cuerpo. Entonces, ¿por dónde pasa la frontera? ¿Dónde habita el extranjero?