BRASIL TRANSAMERICANO, de Haroldo de Campos
Prólogo y traducción de Amalia Sato
por Amalia Sato
Uno de los últimos proyectos de Haroldo de Campos era hacer, junto con su hermano Augusto, la traducción completa de la Divina Comedia, incluso por teléfono si el desplazamiento se volvía difícil. Y tal era su entusiasmo que, en una charla con Edgardo Russo, había manifestado interés por contar con la versión de Mitre, que le despertaba curiosidad. Augusto estaba trabajando los cantos del Infierno y el Purgatorio. Haroldo se reservaba el Paraíso. El dato no hace más que confirmar su pasión por un modus operandi: traducir como poeta, transcrear –como a él le gustaba decir– para poner en práctica uno de sus lemas preferidos: el make it new de Ezra Pound.
Operación de poeta-traductor con el que alimentaba otro ejercicio: la lectura crítica devenida ensayo que, con “un salto felino al pasado” a lo Walter Benjamin, ponía a la diacronía en pánico. Y sin ninguna subordinación periférica, sino con la aspiración a elaborar un pensamiento de “exportación” contando con la información correcta. De allí su afirmación de que la literatura brasileña nunca fue afásica, que nació adulta, expresándose en un lenguaje regido por un código universal, el Barroco, o su asunción de la avidez antropofágica del 22 en la afirmación de una identidad moderna; de allí su anticipo del concepto de “obra abierta” antes de que lo hiciera Humberto Eco o su conceptualización del “neobarroco” también desarrollada por Severo Sarduy; de allí la teorización y ejercicio de la poesía concreta con el Grupo Noigandres-Invención, de influjo internacional.
Metalenguaje crítico que es resultado de más de cuarenta años de trabajo intelectual, y parte esencial de una obra ahora completa – la Galaxia Haroldo de Campos – estos ensayos sobre literatura brasileña se traducen y publican con el mismo retraso sorprendente que Haroldo señalaba para El grado cero de la escritura de su admirado Roland Barthes.
Reflejo de sus preferencias –cualidad del crítico medida por la calidad de sus elecciones–: su revalorización de autores olvidados por el canon, como Sousândrade. Contra el respeto reverencial de los oficiantes de la historia, el participio presente de una sincronía que relativiza la prevención de los “formolistas” –como decía con humor– hacia el formalismo sostenido en el reconocimiento de especificidades, y el análisis de los autores desde la perspectiva de su contribución a la renovación del lenguaje.
La escritura de Haroldo convertida ya en modelo de estilo con su claridad incisiva, párrafos que se extienden por páginas ametrallando ideas, el chisporroteo de sus neologismos, la adjetivación tan distante del acartonamiento académico, la inclusión de citas bibliográficas o remisiones a notas para la confección de una red de referencias.
Y en la reflexión que despliegan estos escritos –la mayoría publicados en 1967 en Metalinguagem, y presentados aquí en orden cronológico–, los tiempos del propio Haroldo: los rastros de las polémicas y la reconsideración de opiniones, que él quiso dejar por fidelidad a la historia. Del joven que defendió la intervención de su amigo Décio Pignatari ante Alain Robbe-Grillet, de visita en São Paulo en 1962, al espléndido señor de 70 años que, como Goethe, supo regalarse con su propio arco iris blanco. Una trayectoria intelectual ejemplarmente estimulante.
INDICE
1. Drummond, maestro de las cosas.
2. Guimarães Rosa: El lenguaje del yaguareté.
3. João Cabral de Melo Neto, el geómetra comprometido.
4. Murilo Mendes y el mundo sustantivo.
5. Bandeira, el desconstelador.
6. Mário de Andrade: la imaginación estructural.
7. Inroducción a la escritura de Clarice Lispector.
8. José de Alencar. Iracema: una arqueología de vanguardia.
9. Machado de Assis, Oswald de Andrade, Graciliano Ramos. Arte pobre, tiempo de pobreza, poesía menos.
10. Paulo Leminski y Catatau. Una Leminskíada Barrocodélica.
11. La peregrinación transamericana de Guesa de Sousândrade.
12. La poesía concreta y la realidad nacional.