TEXTOS COMPLETOS
Textos publicados en la revista evaristo cultural, como sección fija durante sus primeros números
1.CAJÓN DE SASTRE
Por Amalia Sato
De anotaciones sin fecha, de copiar de libros prestados para evitar el subrayado inconveniente, datos para crear coordenadas que permitan pensar a Japón, la Pestaña del Mundo tal como los portugueses veían a esas islas, como una factoría de recursos inesperados.
Uno camina por los corredores del subterráneo de Tokio y aparece en los afiches o en las hojas de publicidad que se recogen al paso la figura de la actriz Yoshinaga Sayuri, con su kimono, su rostro maduro apacible y bello, un remanso para la mirada de los sayuristas, su legión de admiradores. Una puntuación del bello Japón, una señal de la obsesión con la tradición. En los 70, la campaña Discover Japan fue lanzada por la empresa publicitaria Dentsu, copiada de la invitación norteamericana a Discover America. Y los turistas locales se lanzaron a recorrer el país para ubicarse en el mismo lugar que Hokusai ante sus vistas. En 1980 fue el turno de Exotic Japan y las visitas al Monte Koya, el santuario en medio de las montañas y los bosques, y la música de Kitaro que evocaba el Camino de la Seda, con el consiguiente éxito de los festivales chinos de Nagasaki y Kioto. Ni qué decir de la ropa negra de Kawakubo Rei y Yamamoto Yohji (Comme des Garcons) que evocaba a los monjes y sus túnicas. Esa misma década vio también el auge del Neo Japanesque, una alusión al Japonisme francés, recreado en productos “nostalgia” que imitaban la estética de la época Taisho y Showa. Todo va sedimentando en capas, y la multitud de viajeros, la mayoría estudiantes o grupos de jubilados, pueden hacer ahora cualquiera de los recorridos que van quedando propuestos como programas permanentes.
Duda. ¿Los grandes ojos en el manga en esos personajes alados con la belleza noble: son la ampliación del ojo occidental o la pupila budista que se abre a un mundo de revelaciones, o ambas?
Los lectores más desesperados: los trabajadores asalariados que vienen del campo en la posguerra a trabajar en las grandes ciudades de Japón y que no tienen amistades, ni dinero para ir al cine, leen tres libros por día, unos cien al mes, tomados de librerías de préstamo o devorados de pie en la operación tachiyomi (leer de pie en las tiendas sin recibir ninguna sanción de los vendedores).
Las máquinas hanbaiki, expendedoras de bebidas frías y calientes, o de cigarrillos, presentes por todas las calles, andenes y en los más apartados caminos, siempre impecables, impersonales, dando el vuelto exacto. No es elegante reponer la mercadería o retirar el dinero a la vista de los transeúntes. Quienes las explotan, generalmente los que viven cerca o las tienen en sus veredas, se ocupan de ellas en horarios insólitos cuando nadie puede verlos alterando la presencia impoluta de la máquina, que es un símbolo casi de la disponibilidad eterna. Kyoichi Kitayama en su novela Funadorimade les asigna un papel clave e inquietante.
Japón anticipando el futuro, el bullying (el acoso emocional) al que recién se le pone nombre en nuestro medio, ya existía como el ijime (el acoso, sobre todo escolar) que tantas víctimas produjo: niños débiles emocionales llevados al suicidio por el reiterado ataque de los compañeros, a veces solapado (hacer el vacío, la mirada desdeñosa), a veces público (las formas más crueles de humillación), y el duelo de sus madres que gritan desesperadas su rabia ante la escuela o la casa de los agresores. Tratados, especialistas, una sociología mediática que lo usa como explicación de crímenes (junto con la conducta hikikomori, vivir encerrado). Ahora con la crisis, una nueva conducta empieza a expandirse: adultos sin trabajo que vuelven a vivir con sus padres ancianos, y que al morir éstos, ocultan sus cuerpos para poder seguir cobrando sus jubilaciones o pensiones, muchas veces con la anuencia de sus progenitores en una suerte de amor y protección más allá de la muerte (recuerdo El sonido de la montaña, la novela de Kawabata que inicia su reflexión sobre la vejez, y uno de cuyos temas era el límite de la responsabilidad de los padres hacia los hijos adultos). Una conducta todavía sin nombre pero que se va reiterando, y que puede llegar a expandirse como recurso ante el negro panorama económico con que nos amenazan. Con el aumento de “solteros parásitos” de mediana edad, los casos se volverán cada vez más comunes, y con seguridad habrá un espectacular aumento de solteros adultos indigentes huérfanos. ¡Otro escenario posible de la tan mentada crisis financiera mundial con que nos amenazan!
Dos palabras de un japanglish mediático: EDUTAINING (educar entreteniendo) y NOMUNICATION (comunicarse bebiendo alcohol).
Eijanaika, así se denominaban movimientos de masas en éxtasis que se orquestaban cada sesenta años durante la época feudal. Miles de personas recorrían los caminos y entraban en las casas donde se apropiaban de comida y bebida, copulando, danzando, cantando, con una conciencia de una emergencia o fin de algo, el último tuvo lugar en 1867, adelantado en dos años (algunos sugieren que organizado por los enemigos del shogunato) y condujo a las masas hacia el santuario de Ise, donde decían que estaban cayendo amuletos del cielo. Hay una película de Shohei Imamura de 1981 que toma el tema, su título en español queda traducido por ¿Qué más da?, o ¿Por qué no?
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2. DE SASTRE
Por Amalia Sato
De notas en cuadernos, de copiar de libros ajenos o en bibliotecas, o de los propios el subrayado entusiasta, hoy, y en exclusiva para Evaristo, notas auxiliares para citar sujetos en sus coordenadas, para que se reproduzcan los satori de la información menos esperada en el momento exacto.
Por esos entretiens sur toutes choses, gusto por lo múltiple y la diferencia, prueba de que se ha vivido la experiencia del mundo como repertorio inabarcable e insospechado, que mi amigo Setsuo Harakawa de la ciudad de Kobe ejerce como exquisito oficiante en el arte de la cordialidad: superficialidad/ cuidar la superficie, siempre.
El 5 de marzo de 1944 Georges Bataille plantea su posición sobre el tema del pecado ante un grupo de selectos oyentes. Klossowski marca que para GB no ser culpable es no ser en absoluto, porque ser sin culpa es no gastar. Hyppolite señala que lo grave no es el pecado sino la mediocridad, que no es ni la gracia ni el pecado. Adamov se sorprende con la entonación propia, que traduce una experiencia personal…Para Jean Michel Vappereau, espíritus esclarecidos que siempre estuvieron criticando lo que todavía estaban aprendiendo, que no vieron cómo se impuso el reino del Sujeto de la Ciencia. No podíamos pensar Ese Crimen. Todavía pensamos como antes, tranquilizadoramente, como antes. Veo en los corredores del subte los afiches del Museo del Holocausto en Buenos Aires. La última imagen que uno se lleva del Museo de Nagasaki es la del niño fotografiado por Joe O’Donnell “Niño en el crematorio de Nagasaki”, un cuadrito pequeño justo antes de la salida, enfrente del mostrador de venta de souvenirs. El fotógrafo reportero disparó y después entendió, y sólo pudo asistir mudo a la escena. Busquen en internet: allí está todo.
Gonza, un muchacho de Satsuma (en la isla de Kyushu) naufraga con toda la tripulación de un barco japonés en el cabo Lopatka. Los cosacos los matan a todos, menos a él y a un compañero mayor llamado Soza. Los llevan ante la emperatriz Ana en San Petersburgo, y los bautizan Cósimo y Damián. Se les enseña ruso, lengua que llegan a dominar a la perfección. En 1736 se crea la primera escuela de idioma japonés, a instancias de Andrei Bogdanov, un bibliotecario muy sabio, y los jóvenes japoneses son los maestros. También otros náufragos son recibidos como instructores. Gonza, quien escribió varios libros de enseñanza, transcribiendo al cirílico el alfabeto japonés, muere a los 21 años.
Entre 1977 y 1983 entre trece y veinte japoneses jóvenes fueron secuestrados por espías de Corea del Norte, y llevados al continente para que enseñaran la lengua y la cultura japonesas, o para robarles su identidad. Una de las secuestradas fue Megumi Yokota, de 13 años, que volvía de una práctica deportiva de su colegio. Dicen que murió pero que tuvo una hija. Solamente cinco de los secuestrados regresaron. Soyichi Moto es el autor de un manga sobre la historia de la niña Megumi. El primer ministro Koizumi tuvo la tardía confirmación del destino de estos desaparecidos, víctimas absurdas, pocos años antes de esta época de saturación de información y circulación de datos.
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3. CAJÓN DE SASTRE
Por Amalia Sato
De palabras garabateadas con apuro, de notas en cuadernos que no me resigno a eliminar, tres nombres de mujer rutilando sobre un telón de fondo de enormes neones borrosos en un día de lluvia. ,
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Higuchi Ichiyo (1872-1896), una de las figuras más queridas de la literatura japonesa, su Memorial en el barrio próximo al antiguo barrio de placer de Yoshiwara donde trabajó ayudando en la costura a su madre –recibiendo los kimono de las geisha vecinas -, enfrente una placita con juegos decorados con imágenes de sus cuentos: por ejemplo, con el muchacho jinrikisha (hombre bicicleta) despidiéndose de su amiga de infancia, casada y en buena posición, y los niños de ese barrio todavía hoy humilde jugando al sol. En su retrato más conocido Higuchi aparece con un kimono a rayas, el cabello tirante recogido, la cara seria, afilada. Su breve vida es un compendio de los padecimientos de una familia descendiente de samurai en medio de veinte años de cambios radicales. La primera escritora reconocida después del glorioso siglo X con su gineceo literario en la Corte. La nueva Murasaki o la Saikaku mujer le decían con una adulación que la indignaba. Ogai, que era líder indiscutido del mundo literario acompañó su entierro a caballo vestido con su uniforme militar. Reflejó la precoz escritora esa transición que descubrió la modernidad y que llamamos adolescencia, casi una metáfora del rito de pasaje que estaba sufriendo el propio Japón con su copia incesante de los modelos europeos. El estilo Ichiyo incorpora magistralmente la retórica poética de las antologías imperiales, y de la narrativa de la Corte, así como la gracia y la sabiduría popular de los relatos del siglo XVII, y la inspiración tomada de los libros para llorar de Edo, para dar testimonio de la mutabilidad de los lazos humanos.
Hacia 1600 aparecen compañías de muchachas con dotes casi circenses, que visten como hombres y llevan el cabello corto. La más célebre de estas danzarinas, Izumo Okuni, se mostraba a orillas del río Kamo. Su actitud desafiante se caracterizó con el término kabuku, el cual designaba la capacidad de ser excéntrico, licencioso, tener gusto por lo insólito o lo erótico, y la marcha inclinada, torcida, contoneándose. Muchos individuos con esta filosofía de vida, los kabukimono, se agrupaban en bandas vistiendo de modo llamativo, posando con petulancia, ostentando sables exageradamente largos, entremezclando hebras de colores en su cabellera. Uno de los cabecillas más conspicuos, Oshima Ippei, había escrito en la hoja de su espada: “¿Acaso ya no he vivido demasiado para mis 25 años?”. Una estatua homenajea a la mítica Okuni en Kioto, a orillas del río, embellecida femeninamente con un abanico, una figura airosa y delgada, un gesto de danza gracioso. La encontré como yo la imagino navegando por internet, con bigotes de cristiano pintados (¿con el típico carboncillo?) y un rosario colgando de un cinto como dictaba la moda del momento, y creo haber reconocido su espíritu en varias ciudades de Japón, en los grupos de jovencitas adolescentes que avanzan en grupo muertas de risa en medio de las muchedumbres, concentradas en su mundo, conscientes de su desplazamiento impertinente y feliz.
El mismo año que muere Ozu, el director para quien fuera la representación misma de ese eterno femenino denominado “yamato nadeshiko”, se retira de la vida pública. Setsuko Hara, la Virgen Eterna, la Garbo del cine japonés, la dama de los ojos enormes que inspira a Satoshi Kon en su film de animación Millenium Actress. Dicen que permanece como monja de clausura residiendo en un templo en Kamakura, ya octogenaria. Para el ideal patriarcal es la bella perfecta, tan suave como la flor de nadeshiko (Dianthus Superbus). Su vida estuvo signada por extraños avatares: el más tremendo, la muerte de su hermano mayor cameraman ante sus ojos, durante una filmación, le provocó una impresión tan terrible que padeció cataratas y tuvo que dejar de trabajar en el momento de esplendor de su hermosura. Como hija soltera que elige seguir con el padre anciano, o como la nuera admirada y preferida a la propia descendencia, roles que cumplió con matices sutilísimos, haciendo pareja con su colega Chishu Ryu, en esas historias donde después de la hecatombe se disparan preguntas para reinventar otra posibilidad de humanismo.
Me impresionó el escritorio de Lafcadio Hearn, una mesa con patas muy largas, y una silla acorde, para facilitarle la lectura: tener los papeles casi pegados a los ojos. Lafcadio siempre retratado de perfil, homenajeado en todas las ciudades donde residió, casi ciego, profesor de inglés, al rescate de las tradiciones, de los cuentos de fantasmas. La devoción de su mujer, Setsu Koizumi divorciada, abandonada por su primer marido y que le dio tres varones y una hija. Y en el memorial de la ciudad de Matsue, el recuerdo a su amigo Sentaro Nishida que muere tan joven a los 36 años.
El onnagata, el actor mujer, más famoso de Japón, Bando Tamasaburo entra en escena y yo lo veo desde el paraíso. La cola del kimono serpentea, y cuando toma asiento la tela queda ordenada como un platito perfecto. Algunos hombres lanzan con su voz espléndida los kakego, los gritos de aliento, son los kuro (los fans, los conocedores), y lo hacen en el momento preciso, haciendo vibrar la sala. Tamasaburo tiene sus más de 50 años y continúa preservando la “flor” de su encanto.
¿Entrada japoniste al paladar? Siempre Francia y así lo dice Michel Onfray en La razón del gourmet, en traducción de Víctor Goldstein: “La Nouvelle Cuisine se hace cargo de esta expulsión de las autoridades antiguas, quiere disipar la sombra de los comendadores que impiden la creación, la innovación. (…) A este compromiso hético, que también es ético, la NC también añade una preocupación de poetización de las fórmulas, en ocasiones hasta el exceso; (…) la orientalización de las referencias, tanto en el uso de las especias como en las cocciones, donde el vapor seco y el agua inducen prácticas del casi nada; (…). La cocina dejó de ser exclusivamente un asunto de burgueses que se alimentan para convertirse en una estética total, un pretexto para experimentar el gusto en el júbilo, una ocasión hedonista.”
El deseo de renovación en el lenguaje poético, inaugurado por Ezra Pound, heredero de las libretas de notas de Ernest Fenollosa. Pound, y que sintetiza sus fuentes de renovación orientales, diciendo “Whistler y los japoneses”, aplica el recurso (tomado de los apuntes de Fenollosa) de superponer distintas imágenes. Transcribo este relato (casi un haibun/ensayo haikai): Hace tres años en París, salía del subte en la estación La Concorde, y de pronto vi un bello rostro y luego otro y otro… y busqué durante todo el día palabras para lo que eso había significado para mí… y esa noche… encontré repentinamente la expresión… no en palabras sino en súbitos manchones de color. Fue eso –una pauta (pattern) o casi una pauta, si por eso entendemos algo con una repetición. Pero fue para mí el comienzo de un nuevo lenguaje en color: The apparition of these faces in a crowd/ Petals on a wet, black bough (La aparición de estos rostros en la multitud/Pétalos en una húmeda, negra rama)
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4. CAJÓN DE SASTRE
Por Amalia Sato
Hoy descubrimos que los archivos de la computadora, no organizados en carpetas, son un oportuno y sorprendente Cajón de sastre. Algo preparado hace algunos años para una revista pocket impecable – cuyo nombre mantenemos en reserva deseando su pronta reaparición – calza como anillo al dedo para este número de evaristo. Un texto que calificaremos de añejo y deseable, cuanto más tratándose del trabajo de una delicada poeta brasileña que traduce a dos clásicos chinos. Con ustedes, Cecília Meireles, Li Po y Tu Fu.
Dos textos de la poeta brasileña Cecília Meireles dedicados al gran poeta chino Li Po (701-762)
Además de dedicarse a su obra poética, Cecília Meireles (1901-1964), interesada por Oriente, tradujo piezas de Tagore y poemas chinos, japoneses, árabes y persas, actividad que se divulgó en diarios de la época, o en emisiones radiofónicas. Accedió a Li Po y Tu Fu, a través de la intimidad con las versiones al francés y al inglés. El carácter ideogramático de la lengua original, su monosilabismo, la sintaxis simple y sujeta a ambigüedades, todos los escollos en fin, limados por el pasaje a través de sucesivas lenguas, difuminados en el ejercicio de la poeta que traduce, olvidados en la transformación que convierte a los textos de una lengua inalcanzable en patrimonio de otra, bajo el amparo de otro nombre propio.
La luna de Li Po
Por Cecília Meireles
Hace mil doscientos años moría en China el poeta Li Po.
Su nombre y el de Tu Fu resumen la gloria de la poesía china en el siglo VIII; y el propio Tu Fu, a quien algunos consideran el mejor, lo consideraba a él, el mayor entre todos.
Dicen que Li Po murió ahogado, intentando abrazar la luna. Si la versión no es históricamente verdadera, tiene, al menos, el valor de concluir con un cierre poético una existencia que, de lejos, parece fluctuar como un velo entre las aguas y la luz de la luna, más atenta a la belleza general del universo que a las ventajas particulares del mundo.
Todos conocen el poema en que Li Po crea, en la soledad, un grupo de tres amigos: él, su sombra y la luna. Al contrario de lo que sucede con los amigos humanos, que se separan después de beber, con su sombra y la luna el poeta se siente en comunión inseparable: “nuestros encuentros”, decía, “son en la Vía Láctea”.
En casi todos sus poemas, la luna aparece, clara y próxima, como si realmente fueran dos compañeros que van de la mano, entre jardines y lagos, palacios, montañas y ríos. “La luz de la luna es como nieve a lo largo del muro de la ciudad…” “El arco del puente parece la luna creciente…”
En las aguas del lago, la luna es acunada con la canción de las flores y el poeta entristece, juzgando inoportunos los remos de su barco:
El lago Nah-hu acuna a la luna de otoño
Que se refleja en el agua verde.
El ruido de mis remos interrumpió
El himno de amor
Que los nenúfares cantaban a la luna.
La luna se le aparece en el jardín cubierto de flores de duraznero; la luna se le aparece en las ruinas de los palacios:
Hoy, la luna de Si-kiang es la única bailarina que danza
En las salas por donde se deslizaron tantas mujeres hermosas.
Li Po, que vivió algún tiempo en la Corte, donde su talento era reconocido, fue alejado por intrigas, y hubo, ciertamente, melancolía en su vida. Pero el vino y la luna disipaban sus amarguras:
Ya que la vida es ilusoria como un sueño,
¿por qué nos atormentamos?
Prefiero beber hasta caer.
Fue lo que hice ayer.
Al despertar, miré a mi alrededor.
Un pájaro gorjeaba entre las flores.
Le rogué que me informara
Sobre la estación del año
Y me respondió
Que estábamos en la época en que la primavera
Hace cantar a los pájaros.
Como yo me había ya enternecido,
Empecé a beber de nuevo,
Canté hasta que la luna llegó
Y de nuevo volví a perder la noción de las cosas.
Li Po no podía imaginar que mil doscientos años después de su muerte la luna se volvería objeto de los estudios a que la vemos hoy sometida. Él no creía poder alcanzarla, a pesar de la versión poética sobre su muerte, pues escribió:
“Con la taza en la mano, interrogo a la luna”
La luna está en el cielo sombrío. ¿Cuándo llegó?
Poso mi taza, para hacerle esa pregunta.
Los que quieren tomar la luna no pueden lograrlo.
Sin embargo, en su curso, la luna acompaña a los hombres.
Es deslumbrante como un espejo volador, delante del Pabellón Rojo.
Las brumas azules se extinguen y desaparecen
Y su puro esplendor centellea.
La vemos solamente de noche subir del mar y perderse en las nubes.
Los hombres de hoy no ven más a la luna de otrora.
La luna de hoy iluminaba a los hombres del pasado.
Hombres del pasado, hombres de hoy – torrente que fluye –
Todos contemplan a la luna, que a todos parece la misma.
Todo lo que deseo es, en el momento de cantar y beber,
Que un rayo de luna se refleje siempre en el fondo de la taza de oro.
Homenaje a Li Po
Por Cecília Meireles
Los dos nombres de la poesía china, en el siglo VIII de nuestra era, son los de Li Po y Tu Fu.
Li Po es, por cierto, el que resulta más cercano a la sensibilidad occidental. Sus delicados poemas está hechos con casi nada: son como miniaturas de excelente diseño y escogidos colores con rayos de luna, ríos, flores, palacios, imágenes que asoman con un poco de tristeza, de saudade, de amor y de alegría. Nos recuerdan una China imperial de sutilezas estéticas, y mejorada, sin embargo, por recuerdos de batallas, con guerreros ardientes y caballos bravíos.
Li Po nació en el año 701 y murió en 762. Su padre, el general Li Kuang, había vencido a los hunos.
Por intrigas de un eunuco – según se dice -, Li Po fue alejado de la Corte. Cuentan que murió ahogado en un río, intentando atrapar la imagen de la luna reflejada en las aguas.
Esta versión de su muerte puede ser puramente legendaria, dados el encanto con que él siempre se ocupó de la luna, en sus versos, y la circunstancia de celebrar también constantemente al vino como si en verdad lo sedujera el estado de embriaguez como una fluctuación entre la vida y el sueño.
Del aprecio en que era tenida, sin embargo, su poesía, nos hablan dos poemas de su colega Tu Fu. Uno habla de las cualidades poéticas de Li Po y de su superioridad en relación con los artistas que le eran contemporáneos. El otro recuerda con saudade al amigo y le predice la gloria futura con certera intuición. Dice el primero:
“Poema de Tu Fu a Li Po”
Tú escribes como el pájaro canta. ¿Tu gorjeo? Versos
Si no cantaras, las mañanas serían menos rojizas y los crepúsculos menos azules.
Cuando la embriaguez te inspira, los Inmortales se inclinan
Desde las nubes para escucharte, el tiempo suspende su vuelo, el bienamado olvida a la bienamada.
Tú eres el Sol y nosotros, los otros poetas, somos apenas estrellas.
¡Acepta, oh mi amigo, el balbuceo de mi respeto!
Dice el segundo:
“Poema de Tu Fu a Li Po”
Tres noches seguidas vengo soñando contigo.
Estabas en mi puerta.
Te pasabas la mano por el cabello blanco,
Como si un gran dolor te amargara el alma…
Después de diez mil, cien mil otoños,
No tendrás otro premio que el premio inútil
De la inmortalidad.
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DE SASTRE
Por Amalia Sato
De notas en cuadernos, de copiar de libros ajenos o en bibliotecas, o de los propios el subrayado entusiasta, hoy, y en exclusiva para Evaristo, más nombres, esenciales para sentir el mundo como un cruce de destinos generosos.
Para Alejandro Ros, hoy, por su devoción, de artista, por la obra del maestro de ikebana Nakagawa Yukio.
* A los cuarenta años, Yoshida Kenko (1383-1352) se retiró del mundo, y escribió Tsurezuregusa (Ensayos ociosos). Sospechamos que no vivió en una estricta santurronería (quienes se hacían monjes o monjas en realidad lo que hacían era manifestar ante los demás que el ejercicio de la sexualidad no era ya central en sus vidas). “Por más que descuelle en todo, un hombre que no guste del amor será alguien desolador: una preciosa taza a la que le faltaría el fondo. Humedecer los vestidos con el rocío de la noche, no saber adónde dirigir sus pasos vagabundos, perder la paz del corazón, tener el espíritu turbado por mil contratiempos y además y muy a menudo, solitario en el lecho, no poder conciliar el sueño, ¿no es esto la sal de la vida? Pasión de amor, digo, por cierto que tus raíces son profundas y tus fuentes lejanas… el deseo de la carne es lo único difícil de destruir en viejos y jóvenes, sabios y simples, todos son iguales.” Uno de los libros más reverenciados por los japoneses: al correr del pincel digresiones sobre la impermanencia, a la manera de Sei Shonagon en El Libro de la almohada, pero con otra melancolía.
* Si pienso en sushi, de inmediato me acuerdo del cuento de la escritora Kanoko Okamoto, traducido por Atsuko Tanabe, la amiga inolvidable. Un niño muy sensible y extraño, lleno de mañas para comer, que sólo chupa galletas saladas y que es el heredero de una familia de abolengo, aprende a disfrutar de la comida con los sushi que le prepara su madre. Las bolitas de arroz avinagrado coronadas con pescado, huevo, calamar, en una puesta en escena de jugar a la cocinita.
A propósito de comida, otra escena: en un relato digno de ser filmado, (Fushinchu, En construcción), Mori Ogai, un escritor de la modernización Meiji – cuando Japón se atraganta absorbiendo los modos occidentales – sitúa un encuentro amoroso entre funcionario japonés y una joven actriz alemana, en un hotel donde todo se ve fuera de escala, por la incongruencia de la decoración; y los protagonistas saborean en esa cita tensa uno de los manjares más caros en las islas, (todavía hoy en día), melón con jerez
* Haroldo de Campos y Tomie Ohtake, poeta brasileño y grabadora japonesa paulista, unidos en la producción de Yugen (Misterio), el diario de viaje de Haroldo por Japón. El prólogo y un poema.
este libro es un vuelo, un entrevuelo. imágenes y palabras se entrecapullan y se liberan como (de las crisálidas) mariposas de alas levísimas que se convirtiesen en hojas y cayesen, que se convirtiesen en pétalos y se despetalasen, se convirtiesen en seda y se deshiciesen en los hilos voladores de un intermitente poema caligráfico. los colores son palabras, las palabras colores. oriente despunta en la garganta del pájaro. las palabras son pictogramas y gorjean. el trazo del pincel es un iris de soplos que susurra bermellones, amarillos, naranjas, cinabrios, hace oír una flauta de oro o un pífano de rubí mientras, entre gestos de lila y verde-hoja, redoblan velados tonos de gris y ónix. la pintora y el poeta contemplan el corazón canoro de la palabra color. aleteos: un vuelo. este libro.
GENJI MONOGATARI
bajo la luna
de agosto
del año 1004
lady murasaki
escribió aquí
las historias de Genji
usted puede verla
resplandor de seda
kimono blanco
violeta y verde
en el acto de:
mujer-mariposa
posada en el borde
de su tintero
* Nakagawa Yukio, maestro de un ikebana heterodoxo. En estos últimos años, sus trabajos por fin lograron también la consagratoria lectura de la crítica extranjera: en 1998, al ver en París las fotografías de sus arreglos florales, exhibidas en una pequeña sala en penumbra en la Fondation Cartier para el Arte Contemporáneo, Manon Blanchette se pasmó ante su tratamiento de la materia vegetal con señuelos que jugaban con los límites de la interpretación y las adquisiciones culturales, travistiendo sin pudor la materia vegetal. En 2000 Nakagawa formó parte de la delegación a la Bienal de Shanghai. Para la Trienal de Echigo Tsumari de 2003 en Niigata (Japón), realizó el 18 de mayo un pre-evento que denominó “Dispersión de flores” y que consistía en el lanzamiento aéreo, desde un helicóptero, de los pétalos de 200.000 tulipanes sobre el verde resplandeciente de una pradera a lo largo del río Shinano; una acción que no se suspendería por lluvia y que contó con los también veteranísimos danzarines Butoh, Ohno Kazuo y Ohno Yoshito (padre e hijo, a quienes Buenos Aires conoció en 1986), bailando en las orillas bajo la colorida ducha floral.
En sus dos últimas exhibiciones de 2000 presentó, en la Galería Isogaya, una instalación de flores fotografiadas en una rápida corriente del río Nakatsu en Kanagawa, y en el Ginza Art Space, un homenaje al poeta Shuzo Takiguchi (1903-79) el introductor del surrealismo, materializado en media docena de olivos que se enseñoreaban del espacio de la galería, con sus raíces envueltas en arpillera y equilibrados entre un montón de tubos de goma pintados. Años atrás, a Takiguchi que se negaba a escribirle una presentación, pues aducía que no le interesaba el ikebana, lo había conquistado por sorpresa con una de sus prácticas recurrentes: amasar y aplastar centenares de flores y comprimirlas dentro de recipientes de vidrio boca abajo; el crítico vio cómo sobre su escritorio, en el blanco papel washi donde se apoyaba el recipiente, se iba diseñando algo con el líquido de 900 flores ahogadas, que se desangraban con la carnadura de un Soutine en una acción sádica y sacrificial – apuntó perturbado – con un efecto inédito. Final de la historia: Takiguchi pidió la gracia de seis meses de contemplación e, inspirado en un texto de Zeami sobre teatro Noh (el Fushikaden del siglo XV) redactó su ensayo “Reflexiones sobre las flores mareadas”. Para honrar la memoria de su amigo, Nakagawa se trasladó a la isla Shodo para elegir los olivos, y expuso como parte de la muestra las fotografías de su viaje.
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DE SASTRE
Por Amalia Sato
De notas en cuadernos, de copiar de libros ajenos o en bibliotecas, o de los propios para evitar el subrayado entusiasta, hoy, y en exclusiva para Evaristo, notas auxiliares para airear el namedropping, para colaborar en la insinuación de una cita erudita, para ayudar a instalar con un levantamiento de cejas o el susurro adecuado la inquietud por cierta información en esas causeries iniciadas en un sillón que se hunde en el aparte de una fiesta, e interrumpidas y nunca retomadas cuando uno/a se levanta para buscar otra copa.
Por los aventureros parásitos del siglo XVIII que recorren Europa de un extremo a otro, y que se sienten en casa en todas partes, que a veces bordan en los salones, que asumen también la causa de las mujeres, y que aman el marco vegetal y enredado de ciertos encuentros.
En el teatro Noh, el teatro japonés clásico de las máscaras y los fantasmas, para que los golpes de los pies resuenen de un modo especial hay jarras de arcilla enterradas en los bordes del escenario, tanto en el principal como en el puente. La posición y el ángulo según el cual están enterradas, es un secreto celosamente guardado por los carpinteros (ahora se emplean conos de arena).
La salsa de soja (shoyu) era exportada a Europa desde la isla de Dejima (Nagasaki) por los holandeses. Dicho sea de paso, una isla artificial con unas tres cuadras de profundidad, separada por un canal de dos metros de ancho de tierra firme, con forma de abanico, con su aduana, su juzgado, sus casas pintadas de verde y con muebles occidentales, hoy reconstruida, donde se puede adquirir el perfume Madame Butterfly, y donde reaparecen personajes de esos tiempos, apretando un botón que los trae a la vida en forma de hologramas que avanzan y se plantan ante el visitante en tamaño natural. Volvemos, la técnica de fermentación desarrollada en el período Muromachi mejoraba la herencia de la salsa china. Como era tan caro el shoyu, los pobres seguían condimentando con miso (pasta fermentada de soja) y recién en el siglo XIX la salsa se hizo popular. Los holandeses intentaron copiar la fórmula pero no lo lograron. L’ Enclyclopédie (Diderot!) la cita y también Engelbert Kaempfer (1651-1716) un médico que estuvo en Japón.
Un grupo de pintores de Nueva York y Boston, autodenominados The Ten, admiradores de Japón y los impresionistas, formaron “The Tile Club”en 1877, el Club del Azulejo, que los reunía para comer y pintar azulejos. Luego, las muestras, los regalos a los amigos, la multiplicación de lo pequeño.
Rostro: desnudez humana que puede adoptar una apariencia, pero siempre a punto de despojarse de las mentiras y de las formas; debilidad, petición, ya mendicidad, pero también una extraña autoridad, desarmada pero imperativa, que me interpela a mí, responsable de esta miseria y que, eventualmente me ordena ponerme, identidad pura e imposible, al servicio de lo verdadero. Fuera del sujeto, Emmanuel Levinas.
Arte de la geisha, (geisha no sólo mujer sino alguien que representa). Arte nunca explícito. Como mariposas, todavía perseguidas en Kioto por las cámaras digitales de los turistas. Pasitos rápidos, la cara enharinada, aparecer para desaparecer. La puesta en escena, siempre elusiva. Cualidad iki, ideal moral y estético de la época Edo: saber exactamente qué grado de despliegue erótico es oportuno para combinarlo con el más alto nivel de gusto. Mostrarse como una teatralidad en acción, usar el artificio para no mostrar aspectos desagradables, representar sólo lo elegido. Como vivir y dormir delante de un espejo.
Para los caminantes en ciertas escenas callejeras que van mascullando. “Aquella enfermedad de los monjes medievales que, cansados de tanto rito mecanizado y tantos rezos no atendidos por nadie, empezaron a blasfemar, la acedia.”( cito de la novela de Carlos Heitor Cony, Antes, o verão)
Hasta el siglo XIII beber té era un acto medicinal. A partir del XVI tan esencial se volvió el rito de tomarlo que había que ser original en el modo de implementar la ceremonia: por ejemplo, los potes de cerámica -donde los más humildes guardaban su té de cebada perfumado con soja en polvo – se convirtieron en objetos muy codiciados por los teístas conocedores. La historia más famosa la protagonizó una pequeña vasija de cerámica roja con una banda negra brillante chorreada que rodeaba la boca, pertenencia de una campesina, que fue comprada por un samurai de bajo rango, llamado Inazu Chubei, y que inició una cadena de venta con cotizaciones cada vez más altas, para terminar bautizada como “Hitoyo” (Rareza) y venerada con bolsita de brocado y tapa de marfil como un ejemplo de esa belleza, resultado de una creación accidental, y que se convierte en bello objeto fascinante.
El caso de Abe Sada escandalizó en 1936 a la sociedad japonesa. Una mujer de mediana edad mata a su amante estrangulándolo y luego le secciona pene y testículos. Fue un episodio crucial en el desarrollo de la conciencia sexual de Japón, que dejó en claro ante el público que las mujeres tenían deseo sexual. Sada anduvo a la deriva por Tokio durante cuatro días hasta que la arrestaron. Lo notable es que todo Japón sintió simpatía por ella y que, una vez que cumplió la sentencia y se reintegró a la sociedad, representó su propio papel en obras de teatro basadas en su historia. El film de Nagisa Oshima, “El imperio de los sentidos”, le quita los tonos conmovedores para leerla como una devoradora de hombres. Japan review dixit en 1998, número 10.
El 26 de diciembre de 1930 se incendió el viejo Parque Japonés, que se había inaugurado en 1911 en terrenos del actual cruce de Avenida del Libertador y Callao en la ciudad de Buenos Aires. Ese día los empleados se habían retirado a almorzar. Los elefantes, del Circo de Berlín que se presentaba en esos días, enloquecieron, la Montaña Rusa de más de cien metros de largo se consumió. Tres años después lo cerraron. Y desapareció así una de las mayores atracciones de Buenos Aires, proyecto del Alfredo Zucker, un ingeniero alemán. ¿Quién podrá comentarnos de los dos lagos ubicados a distinto nivel y separados por un Monte Fuji, atravesado por túneles por los que corría un trencito? ¿Y de las canoas que llegaban hasta la isla de las Geishas?