(Tanagokoro no shosetsu)
por Amalia Sato
Entre 1921 y 1972, Kawabata Yasunari (1899-1972) escribió ciento cuarenta y seis relatos breves, a los que denominó “relatos que caben en la palma de una mano”, inventando con esa descripción un género personal. “En ellos vive el espíritu poético de mi juventud”, decía.
Nacido en Osaka, huérfano a muy temprana edad, Kawabata en el curso de unos pocos años fue perdiendo a toda su familia: su hermana, su abuela, y finalmente su abuelo, a los dieciséis años. Para seguir sus estudios universitarios se trasladó a Tokio en 1917, donde se especializó en Literatura Inglesa. Sus actividades como estudiante pronto llamaron la atención de figuras del mundo literario.
Poco antes de su graduación, tuvo lugar uno de los mayores desastres en la historia japonesa, anticipo de la destrucción que sobrevendría con la guerra dos décadas más tarde: el terremoto de Tokio de 1923, cuyo efecto más terrible fueron incendios que se prolongaron por dos días arrasándolo todo, y que significó no sólo la desaparición de una ciudad sino también el comienzo de la plena influencia occidental, como si de los escombros surgiera una obligada modernidad, que habría de inspirar edificios con influencias de la escuela Bauhaus, y poner de moda el Marxismo y el Freudismo.
En ese mundo tumultuoso nacido de un infierno, el joven Kawabata, inmerso activamente en el mundo literario de las vanguardias, empezó a destacarse por sus reseñas críticas y su ojo para descubrir nuevos talentos – Mishima Yukio sería uno de ellos. Junto con otros escritores, (Yokomitsu Riichi, Kataoka Ippei, entre los más notables) fundó la Escuela Neo Impresionista o Escuela de la Nueva Sensibilidad (Shinkankaku Ha), que buscaba una alternativa centrada en el arte, distinta de la ficción confesional del naturalismo (en su versión japonesa), y también de los escritos políticamente orientados de la literatura proletaria. Los movimientos europeos posteriores a la Primera Guerra Mundial – como el futurismo, cubismo, expresionismo y dadaísmo – ejercieron una enorme atracción sobre ellos. La importancia del ritmo, las imágenes, el simbolismo, la capacidad para describir cosas sorprendentes, fueron intereses que proclamaron desde la revista Bungei Jidai (Edad Literaria) entre octubre de 1924 y mayo de 1927.
La fascinación por los efectos visuales del cine que alimentaba la aspiración a superar las convenciones del lenguaje literario llevó a Kawabata a experimentar también en ese campo. Y uno de los logros más destacados de esos años fue la película de Kinugasa Teinosuke (1896-1982) “Una página de locura” (Kurutta Ippeiji, 1926), cuyo guión fue escrito conjuntamente por el director y Kawabata. Considerada un hito, incursiona en la locura, con la historia de una mujer que es encerrada en un manicomio, tras un intento de suicidio y de asesinato de su propia hija, y a quien su marido desempeñándose como portero en la institución desea rescatar. Los escenarios pintados de plateado, las escenas de danza, o de ramas quebrando ventanas, que aparecen en esta obra maestra del cine mudo congenian con el código visual lleno de ecos surrealistas del escritor.
Finalizado el ciclo con ese primer grupo literario en 1928, Kawabata conforma con Ibuse Masuji y Funahashi Seiichi en 1930, La Escuela del Nuevo Arte (Shinko Geijutsu), que acentuó la urbanidad y la atracción por lo erótico, grotesco y sin sentido, en contrapunto que algunos consideraron frívolo con la rigidez de la literatura proletaria.
Sus cuentos breves, algunos con rasgos de inacabado, de apunte, de fragmento con una lógica muy peculiar, son también reflejo de las apetencias de la moderna cultura de masas iniciada en la época de la época Taisho. En la década del 20 y luego del 30 se acentuaron el gusto por las fantasías aberrantes, los desvíos psíquicos o el desarrollo de psicopatologías, por un lado; y el desarrollo de la literatura dedicada a los niños, la debilidad por lo fabuloso y lo fantástico, lo onírico, por otro; así como la atracción por lo occidental en su grado más alto de sofisticación, con la glorificación de la modern girl: la adolescente vestida con otras ropas, con maneras nuevas y una seducción desconcertante.
Esta narrativa concentrada que nunca abandonó representa el costado experimental de Kawabata, que consideraba esta posibilidad como particularmente japonesa, dentro de la tradición del haiku.
Tres meses antes de su muerte, en abril de 1972, Kawabata realizó una operación inédita: redujo su novela País de nieve a un “cuento palma de la mano”. La miniaturización consistió en convertir la primera cuarta parte de la novela en una sucesión de escenas. Este caso único, contrario a su tradicional método de trabajo por adición, y ejercido sobre su obra más famosa,-tal vez otra muestra de su rebelión ante la estructura de la novela-, agrega una nota misteriosa a estos relatos, que inició adolescente y que lo acompañaron con su extraña medida cóncava hasta el fin de su vida.