Diana Aisenberg y su Blackboard Jungle.

Por Amalia Sato

“Pasar al pizarrón, pasar al frente”. Otra vez las niñas, los cristales, las escaleras como pasaje entre cielos, y los caireles y los peces voladores, pero ahora como imágenes reconvertidas jugando a ser íntimos ejercicios efímeros, esbozos, esquemas a tiza, con frescura de mano veloz en nuevo soporte, y hasta el abc de nombres de colores ejemplificados – rosa bebé, amarillo patito, verde botella, celeste cielo, habano, durazno – haciendo coro acompañado por una caligrafía aniñada. Coqueteo con la idea de bosquejo que subraya el gesto pedagógico. 

.    ¿Citamos a Rudolf Steiner y sus pizarras cartulina, a Joseph Beuys y su incursión cuestionadora en las Partituras, a Saussure con su ecuación de significado y significante cuyo esquema las notas de sus discípulos Charles Bally y Albert Sechehaye rescataron, o a Bonino y sus escalas de sonidos grafiadas? 

Saturar, ilustrar la imagen con que la identifican. La “maestra de artistas reconocidos y emergentes”, como reza el texto ploteado, arma la sala con escenografía de clase, y deja que la libertad del negro inicie su juego.