VII Jornadas de Sociología. Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires, 2007.
Onaha, Cecilia.
Cita: Onaha, Cecilia (2007). La mujer japonesa en el Japón moderno (siglos XIX y XX). – La construcción de su imagen -. VII Jornadas de Sociología. Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires.
Dirección estable: http://www.aacademica.org/000-106/204
Acta Académica es un proyecto académico sin fines de lucro enmarcado en la iniciativa de acceso abierto. Acta Académica fue creado para facilitar a investigadores de todo el mundo el compartir su producción académica. Para crear un perfil gratuitamente o acceder a otros trabajos visite: http://www.aacademica.org.
La mujer japonesa en el Japón moderno (siglos XIX y XX).
– La construcción de su imagen –
Onaha, Cecilia
Centro de Estudios Japoneses (CEJ)
Instituto de Relaciones Internacionales
Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales – UNLP
conaha@netverk.com.ar
Introducción
Un punto en común entre el relato introductorio de Ruth Benedict de su obra El Crisantemo y la Espada y la de Renato Ortiz, Lo próximo y lo distante, es destacar las imágenes contradictorias con que se presenta a la cultura y al pueblo japonés. Muy gráfica es la cita que Ortiz toma del libro Japanese Things, escrito por Basil Hall Chamberlain en los primeros años de la era Meiji (1868-1912), en donde bajo título Topsy’turvydom (patas para arriba) enumera una serie de acciones realizadas al parecer en orden invertido con respecto a la usanza occidental: la aguja se enhebra en el hilo; se dice este-norte; se comen los dulces antes de la comida y no como postre, etc.
Una de las razones de que esto se produjera tiene que ver con el largo período de cierre de sus fronteras durante la era Tokugawa, que hizo que no hubiera información sobre el Japón en el exterior. “Lo que debió haber sido circunstancial, resultado de una etapa momentánea se convirtió en un elemento intrínseco de la explicación” señala Ortiz.
Así, hasta en textos académicos se incluyó el calificativo de “sociedad enigmática”.
El desarrollo económico experimentado por el Japón entre la década de 1960 y 1990, lejos de disminuir el misterio lo ha acentuado. La prueba lo serían los pragmáticos hombres de negocio occidentales que se remiten a los “secretos” perdidos para tratar de entender su magia y su eficacia1.
La situación se complica más porque son los propios japoneses quienes alimentan este tipo de versión sobre su cultura. Ellos han puesto el acento en elementos idiosincrásicos y esto ha llevado a algunos a exagerar en la interpretación y aquello que se trataría de simples diferencias culturales, son generalizadas al punto de hablar por ejemplo de la existencia entre los japoneses de una comunicación no verbal, empatética, alógica, radicalmente opuesta al modo de pensar occidental2. De todos modos esto puede bien ser explicado como lo hace Harumi Befu, cuando habla de que en el caso de los extranjeros en la sociedad japonesa, ellos carecen de un componente intuitivo o en todo caso lo tienen pero en un grado inadecuado, lo que hace que no tengan todos los elementos necesarios para entender códigos tácitos entre japoneses3.
El devenir histórico y la performance del Japón en el contexto regional y mundial reforzaron características consideradas únicas y particulares. La necesidad de mantener su identidad en el proceso de modernización, los llevó a acentuar la
1 Renato Ortiz, p.28
2 ibid., p.29.
3 Ortiz, op.cit. p.30.
1
distinción entre “kultur” y civilización industrial y material. Luego el relativismo cultural de la mano de Ruth Benedict les ayudó a fundamentarlo.
De todas formas, como destaca Ortiz, el desarrollo de las ciencias sociales se da en un debate continuo con la sociedad y por ello no es inmune al debate ideológico. La cuestión cultural atraviesa en todo momento la reflexión sobre la identidad nacional. El estado, al convertirse en el principal foro de definición de la japoneidad, preconiza una ideología del mantenimiento del orden que aleja todo cambio como un desvío en relación al “verdadero” destino japonés. Distinguir entre lo autóctono y lo foráneo no es meramente un ejercicio de autonomía sino una estrategia para mantener al “otro” alejado de cuestiones relevantes. Esto es claramente expuesto por Sugimoto y Mouer: “Si los japoneses son vistos por los extranjeros como seres inescrutables y si el modo de decisión japonés se encara como un proceso singular, imposible de comprender por quienes están fuera de él, si la doctrina del relativismo cultural se utiliza para defender el modo propio de hacer las cosas, entonces una barrera tremenda se levantará en el camino del entendimiento que tendría el extranjero respecto de lo que los japoneses abarcan y el modo en que se comportan. Se crea una mística en la que Japón se ve envuelto. En esta neblina espesa, resulta fácil para los japoneses, negociar con su contraparte no japonesa4.
De todos modos, aquí creemos que es útil recordar una observación que Basil Hall Chamberlain expusiera en 1912 en un ensayo titulado “La invención de una nueva religión.” Si bien destacaba que cada presente presuponía un pasado en el cual descansa, así la “religión” de lealtad y patriotismo del Japón del siglo XX es nueva, pero hecha de ideas preexistentes recogidas, alteradas, reensambladas, dispuestas para un nuevo uso y que han encontrado un nuevo centro de gravedad. En ese momento él destacaba que no sólo era nueva, sino que aún no había sido completada; estaba todavía en proceso de conformación conciente o semi concientemente por la clase dirigente en función de servir a los intereses de esa clase e incidentalmente a los intereses de la nación en su totalidad.”
A lo largo de su historia los japoneses supieron utilizar estratégicamente este recurso de defensa y entre los misterios de su cultura también la figura de la mujer japonesa fue manipulada. La imagen generalizada en nuestra sociedad es quizás la de la geisha.
En la mente de los no japoneses ha quedado como prototipo ideal del hombre japonés el del “samurai” y el de la mujer, la de la “geisha”, con sus caracter misterioso, seductor, sumiso, inteligente y a la vez complaciente. Se ha hablado popularmente de que muchos soldados norteamericanos aprecian a la mujer japonesa por esas características.
El concepto “Geisha” aparece en los diccionarios enciclopédicos de la lengua castellana con la siguiente definición: “En Japón, joven que, con el fin de amenizar reuniones, ha sido instruida en las artes del canto, del baile y de la conversación, así como en el ritual de servir el té.”5 Esta fue la primera imagen de la mujer japonesa que tuvieron los visitantes extranjeros al llegar al Japón tras la forzada apertura de sus puertos a mediados del siglo XIX, y la que se exhibió al mundo.
El cine de Hollywoood contribuyó a desarrollar esa imagen y es curioso observar que en películas como La Casa de Té de la Luna de Agosto6, las propias
4 Extraído por Ortiz, p.48 de la obra de Sugimoto, Y y Ross Mouer, Images of Japanese Society, Routledge & Kegan Paul, 1986,p. 388
5 González Alvaro, Juan (edit.) Diccionario enciclopédico, El pequeño Espasa ilustrado. Madrid,Espasa Calpe, 1998
6 Un film de 1956 del director Daniel Mann, con guión de John Patrick, basado en el libro de Vern J. Sneider.
2
mujeres campesinas de la aldea okinawense de Tobiki, le pedían a la recién llegada geisha, que les enseñara su arte, para agradar a sus esposos. En una de las escenas vemos una larga fila de señoras, algunas con sus niños en brazos, otras entradas en edad y definitivamente con un físico de proporciones más normales.
Hoy sabemos a través de artículos como el de Yuko Tanaka, que en la lengua japonesa significa concretamente “persona ejercitada ” y se lo empleó con un significado muy amplio desde el siglo XVII, abarcando no solo artes, sino ciencias.7
Acerca del protagonismo de la mujer en la sociedad japonesa, se conoce mucho mejor el caso de la minoría aristocrática de la antigüedad con Murasaki Shikibu a través de su principal obra: El Romance de Genji; y en menor grado, la mujer intelectual de la clase medial alta, de comienzos del siglo XX, como los casos de Raicho Hiratsuka y Akiko Yosano, quienes encabezaron un grupo de jóvenes mujeres escritoras, precursoras del feminismo moderno japonés.
El objetivo de este trabajo será presentar imágenes de otras mujeres japonesas, para contribuir a conocerlas más integralmente, también para ver otra faceta de su sociedad y la “misteriosa” cultura que crearon .
1- La mujer en la historia moderna japonesa.
En la descripción que hace Mikiso Hane, la mujer en la sociedad pre-moderna (1580 – 1868) era considerada como un ser inferior y de acuerdo a las leyes, las esposas eran tratadas como menores. Las hijas no tenían voz sobre su futuro conyuge ni tenían ningún derecho sobre la propiedad familiar. Los intereses de la mujer estaban enteramente subordinados al del hombre.
Irónicamente en el período feudal había reinado mayor equidad en el matrimonio de campesinos, mayor a la que había en la clase guerrera, aunque en el caso de los campesinos ambos debían trabajar muy duramente. En la familia ambos compartían la autoridad, la del hombre era simbolizada en la posesión del sello familiar y la de la mujer en la posesión del shamoji (la cuchara de madera para el arroz.). Esto nos muestra que el alcance del neoconfucianismo se centraba principalmente en la clase samurai, la principal afectada negativamente por la Pax Tokugawa.
Con el advenimiento de la era Meiji se estableció un nuevo código civil, imponiéndose la práctica de la primogenitura y un solo heredero principal – antes solo vigente para la clase guerrera y desde entonces también a los campesinos y los otros estamentos. De todos modos esto no significó mayor igualdad para la mujer campesina y las decisiones importantes siguieron en manos del hombre.8
Ruth Benedict, en su estudio realizado durante la Segunda Guerra Mundial, destaca la continuidad de esta situación. Allí señala que sea cual fuere la edad de una persona, su situación en la jerarquía dependerá de si es hombre o mujer. La hija japonesa debe arreglárselas como pueda, mientras que los regalos, las atenciones y
el dinero para la educación se destinan a sus hermanos varones. Cuando se establecieron escuelas superiores para las jóvenes, se sobrecargó el programa de estudios con eseñanzas relativas a la etiqueta y al movimiento corporal. La formación intelectual, desde luego, no estaba al mismo nivel que la de los chicos. El director de una de estas escuelas, al abogar por que se les enseñara a las chicas de clase media alta que acudían a su centro algún idioma europeo, basaba su recomendación en el hecho de que así, la mujer sería capaz de colocar los libros de su marido en la
7Tanaka, Yuko. “Evolución histórica de la geisha” (en: Cuadernos de Japón, vol XVII, nro1, primavera 2004, pp.52-56)
8 Mikiso Hane. Peasants, rebels and outcastes.
3
posición correcta tras hacer la limpieza de la biblioteca. Esta observación de Benedict es quizás extrema, los líderes de la Restauración como Arinori Mori, impulsaron la educación de la mujer por considerarla la primera educadora en el hogar.
Benedict continúa en su descripción, señalando aspectos positivos de la posición de la mujer japonesa, que disfruta de gran libertad si se la compara con la de otros países asiáticos, y esto no se debe solamente al proceso de occidentalización. En el Japón nunca existió el vendaje de los pies femeninos, tal como se practicaba en las clases superiores chinas, y las mujeres indias de hoy se admiran de que las japonesas salgan de casa, vayan de compras y paseen por la calles libremente. Las mujeres japonesas casadas hacen las compras de la familia y tienen a su cargo el dinero. La mujer manda a los criados, interviene en el matrimonio de los hijos y cuando llega a ser suegra, dirige los dominios del hogar con mano tan firme como si no hubiera sido durante la mitad de su vida una humilde sierva que a todo asentía.
Como Mikiso Hane describe muy vívidamente, si bien siempre se destacaba la priorización de los intereses de grupo, la cooperación, subordinación y armonía, la familia no constituía por eso un entidad idealmente feliz y armoniosa. “Había en ella también una gran dosis de tensiones, frustraciones, amargura e incluso odio malicioso bajo la superficie.”9 Destaca que la vida era especialmente difícil para la joven esposa del hijo mayor, quien al ingresar a la casa debía convivir no solo con sus suegros, sino a veces con los abuelos de su esposo y otros familiares también. Ella tenía que suprimir todo interés personal, sus deseos y sentimientos, consintiendo servir a la familia de su esposo como una sirviente virtual hasta que le tocara asumir el rol de “madre” de la casa. Algunas mujeres que no llegaban a soportar esta vida terminaban con sus nervios destrozados o incluso suicidándose.
Benedict destaca también el espíritu con que se ejerce el poder en la estructura familiar. Si bien son grandes las prerrogativas por generación, sexo y edad entre los japoneses, los que ejercen estos privilegios actúan como fideicomisarios más que como arbitrarios autócratas. El padre – o el hermano mayor- es responsable de la casa, tanto si sus familiares están vivos como si están muertos o aún por nacer. Debe tomar las decisiones y hacer que se cumplan. Sin embargo, su autoridad no es incondicional. Debe actuar responsablemente en defensa del honor de la familia. Ha de recordarle a su hijo o a su hermano menor el legado de la familia, tanto material como espiritual, e incitarle a hacerse digno de él. Incluso si es un campesino, invocará el principio de la fidelidad a los antepasados de la familia, y el peso de su responsabilidad será tanto mayor cuanto más alta sea la clase a la que pertenece. Los derechos de la familia tienen prioridad sobre los derechos del individuo.10
2- La imagen de la mujer en otros relatos.
Ella Lury Wiswell confió a Robert Smith su diario, consignando aspectos de su experiencia durante el tiempo que acompañó a su esposo, John Embree -todo el año 1935- en la aldea Suye. De ese relato se han extraído pasajes que nos revelan otros aspectos interesantes de la vida de la mujer japonesa en el campo.
Tanto hombres como mujeres tienen nociones específicas acerca de las virtudes y fallas de la mujer. Entre las mujeres estaba la habilidad de soportar lo duro del trabajo en el campo. Tanto para hombres como para mujeres, la responsabilidad básica de la mujer era casarse y convertirse en buena esposa y madre.
De este modo las mujeres hacían lo que la sociedad les exigía, aunque todo ello no sin quejarse acerca de las desigualdades que sufrían. Cuando la situación
9 Mikiso Hane, op.cit, p.68
10 Ruth Benedict, p.55
4
doméstica se volvía intolerable frecuentemente dejaban a sus maridos en busca de otro más satisfactorio. Las jóvenes muchachas cuando crecían comenzaban a soñar con escapar de la aldea y encontrar trabajo en las ciudades – lo mismo sucedía con los muchachos.
La visión que sobre las mujeres tenían los hombres de la aldea era menos halagador en todos sus detalles y las mujeres en sí frecuentemente comentaban sobre lo que ellos interpretaban como debilidades, propias de su género. En el diario de John Embree se cita el comentario de un hombre de la aldea, Hayshi Fumio acerca del término para este hábito de contarse chismes como “idobata kaigi”, y le preguntaba si en los Estados Unidos también sucedía lo mismo. Agregaba que no le gustaba hablar por detrás de las personas porque así otros también hablarían de él. Sin duda el “chusmear” era uno de los principales placeres de las mujeres de la aldea y una poderosa arma en sus manos.
Muchas mujeres también seguían la práctica de oscurecer sus dientes al casarse. Sobre esta práctica un hombre dijo que eso tenía relación también con el tocado de novia, llamado “tsuno kakushi” ( cubre cuernos). Ambos indicaban la tendencia pecaminosa de la mujer. Debido a ello debe privársele de la posibilidad de “morder” a otros y la mezcla utilizada para oscurecer sus dientes tenía esa función, igual que el freno en la boca de los caballos. En cuanto al tocado, el mismo informante señalaba que era solo un remanente que llegó hasta nuestros días simplemente como símbolo de la mujer casada.
Las jóvenes mujeres de la aldea se caracterizaban por ser tercas y tímidas. Si ellas se oponían a algo, no importaba con cuanta fuerza se tratara de imponérseles, era una causa perdida y lo de la timidez o “hazukashisa” era algo mostrado como propio de la mujer.
De todos modos algunas mujeres de la aldea eran poseedoras de un especial caracter fuerte. Las mujeres mayores, especialmente las viudas, eran particularmente propensas a mostrar comportamientos que una joven mujer no se atrevería a hacerlo en público.
Muchas mujeres bebían alcohol, algunas en exceso y en toda ocasión que se le presentara. La principal bebida era el shochu, producida a partir de una especie de batata. Ellas también fumaban cigarrillos y en ocasiones pipas japonesas. Algunas lo señalaban como un gran hábito y era muy duro tener que dejarlo, como contaba la señora Matsumoto cuando su médico se lo ordenó por su salud.
Los distintos barrios que conformaban la aldea Suye no siempre se encontraban en buenos términos. Las mujeres solían comentar sobre las características del propio y de los otros, atribuyendo algunos de los problemas de las relaciones entre los barrios a conflictos de personalidad. Por ejemplo: Las mujeres de Kawaze piensan que las mujeres de Kakui tienen tendencia a hablar mal y están constantemente peleando.11 Los malos sentimientos entre los barrios no es la única instancia de enfrentamiento. Por ejemplo en cuestiones laborales, como entre los grupos dedicados a la sericultura, el grupo de Katakura con el de Kanebo. Antes había habido uno solo, pero por disputas internas se dividieron.12
Acerca de la visión de los foráneos de la aldea, se recoge el testimonio de las esposas de los maestros, la maestras mismas, las esposas de los funcionarios de la aldea y otras residentes. Las mujeres no campesinas también se escandalizaban de lo que las familias de campesinos comían, algunos para ahorrar solo patatas, batatas o solo cebada hervida.
11 Ella Wiswel. The women of Suye Mura. P.5
12 ibid. P.6
5
Había solo un caso destacado de una mujer que no era de la aldea pero se había vuelto una de ellas. Ésta era la señora Kawabe, quien cosía para todos y los días de lluvia o cuando no había trabajo en el campo, muchas jóvenes mujeres iban a su casa para aprender. Ella también criaba gallinas y tenía su huerta de vegetales. Se decía que cuando llegó a la aldea hablaba con acento de la ciudad, pero luego comenzó a hablar “la lengua de Suye”. Ella es conciente de esto y así a veces usaba modismos locales por diversión. También había participado en las clases de arreglo floral con mujeres de fuera. En ese círculo era tratada también como igual, pero al mismo tiempo era motivo de burla por parte de las mujeres de la aldea, quienes consideraban ridículo gastar tanto dinero por un arreglo con flores que podían recogerse gratis en el campo. A tal punto llegó la crítica que en determinado momento no se animó a llevar las flores y atravesar el pueblo hasta la sala de clases, de modo que las dejaba en la casa de los Embree, en donde pasaba a recogerlas. Esto muestra la aguda diferencia que hacían las mujeres con las de fuera.13
La mayoría de las mujeres tenían una muy poca experiencia del mundo exterior y su acceso a información acerca de él les estaba severamente restringido. Las mujeres de más de 50 eran analfabetas funcionales, y las pocas que poseían esa habilidad se convertían en las escribas de la aldea, como el caso de la Sra. Tanimoto. Un día la señora Toride le pidió que escribiera a un militar de alto rango en Manchuria, preguntando por la enfermedad de su hijo, soldado. A cambio ella le pago por sus servicios con arroz.
Sin embargo muchas casas se suscribían a revistas ilustradas. La más popular era Ie no hikari (La luz del hogar), seguida de Fujin Kurabu (Club de mujeres), Shufu no tomo (La amiga de la mujer), Kingu (King), Haiyu (Actores y actrices) y otros del mundo del cine adquiridas por los muchachos para ver las fotos de las actrices. Pocas casas se suscribían a los periódicos. Incluso entre las jóvenes mujeres quienes no podían escribir, sí podían leer estas revistas y las mayores que no podían leer, disfrutaban de sus fotos e ilustraciones. A través de ellas se sorprendían de lo extraño que eran los pueblos coloniales, coreanos, chino y ainus. También veían fotos de los príncipes imperiales, aunque no estaban muy seguros de su información.
El alcance de la política de gobierno de promover el culto al emperador es gráficamente ilustrada en una conversación mantenida con la Sra. Tanimoto. La sra. Embree observó: “usted venera al emperador como a un dios (kamisama), no es así?”, señalandole un retrato de la pareja imperial en el tokonoma. “Sí, cuando nosotros hacemos una ofrenda a los dioses, también la hacemos al emperador. Cuando rezamos enfrente de los dioses, lo hacemos también en frente del emperador y a él le ofrendamos flores.” “Por qué?”, le preguntó. Su respuesta fue: “Bien, supongo que es porque es la cabeza del país.” Entonces ella describió las figuras representadas en la misma pintura, a la izquierda Jimmu Tennô, el primero y más famoso emperador, y a la derecha su esposa. Entonces vienen Taisho Tennô y su esposa. Bajo ellos está el palacio, y los príncipes, Chichibu, Mikasa y Takamatsu sama. Abajo, los presentes emperador y emperatriz. Ellos son grandes personas. Tienen un bello palacio. Lo ha visto usted en Tokyo?”. La sra.Embree le dijo que sí pero que nadie podía acercarse demasiado. “Sí, nadie, excepto personas famosas son autorizadas para asistir a las recepciones Pero incluso a ellos no se les permite ver al emperador.” Entonces, la sra. Embree le preguntó por un personaje dibujado en la misma pintura por encima de ellos. “Esa es Amaterasu o mikami, la primera , más
13 ibid. P.8
6
grande y famosa de las diosas japonesas. Ella con otro dios llegaron a través de las olas del mar y comenzaron a poblar las islas. Ella es la diosa número uno.” Entonces le preguntó por la relación entre todos los personajes. La respuesta de la señora Tanimoto fue, “No sé, pero pienso que están allí juntos probablemente porque ella es
la más grande diosa y él la cabeza del país, la persona más grande en Japón.” Entonces, el emperador no es un dios? Le preguntó. “No, él es venerado como un dios, pero no es un dios real. El es humano, y muy gran hombre (erai hito desu).14
En el restringido mundo de la aldea, tanto las revistas populares, como el cine, eran altamente valoradas ventanas al mundo de las bellas mujeres, los hombres guapos e importantes personajes.15
También surgió el tema de la posición de Japón en el mundo. La Sra. Tamaki señaló observando un mapa durante una conversación sobre emigración a Corea y Manchuria, cuan pequeño era Japón comparado con los otros países. Ella dijo que “se volvió un poco más grande con la anexión de Corea y Manchuria y señalando China, mucho más.”
Los mapas eran utilizados para mostrar a los niños lo pequeño del Japón y lo bueno que sería si una parte de los vastos territorios adyacentes fueran adquiridos. Así tremendos mapas coloreados colgaban en las salas de clase y los niños leían acerca de Rusia (siempre mencionado primero), China (allí representado como un gran espacio verde) y entonces veían a Manchuria y Corea con agrado. Próximo al mapa colgaba una pintura de la bandera japonesa, con una inscripción: “Naciendo por la mañana el sol se vuelve más brillante. Japón debe volverse más fuerte.”
China, Corea y Manchuria salían frecuentemente en las conversaciones. Otros países, de vez en cuando. Uno de los hombres de la aldea pensaba que las mujeres españolas eran más bellas y simpáticas que las japonesas. Entonces el doctor de la aldea hizo una apreciación radical de que las mujeres japonesas eran feas, con pobre figura y piernas cortas y ello debido a la costumbre de sentarse en cuclillas. John Embree les contestaba que reconocía su cortesía para con las mujeres extranjeras y les aseguró que todos los hombres se enamoraban de las mujeres japonesas, porque eran modestas y tímidas comparadas con las más desprejuiciadas mujeres occidentales.
La aldea Suye ha tenido algunas experiencias directas tanto con coreanos como chinos. “Una mujer coreana que vendía trastos viejos y compraba retazos de tela llegó a casa de los Tanno cuando yo estaba allí. Ellos comentaron acerca de su extraña vestimenta y hábitos de los coreanos, todos ellos, incluso la vieja mujer, vistiendo de blanco. Todos aquí los consideran sucios, aunque uno de los jóvenes que había estado allá durante su servicio militar me dijo que los japoneses pensaban eso porque eran solo los malos los que llegaban a Japón, ellos son en realidad muy buenos.”
Entre otros relatos acerca de la vida de las mujeres en el interior del Japón, están los recogidos por Junichi Tada en su ciudad natal, Tsuchiura, al norte de Tokyo. Cuarenta o cincuenta años atrás en Japón se vivía realmente la pobreza. Pero en medio de toda esa pobreza e infelicidad en esos días también existían una especie de extraña serenidad la cual hoy parece haberse perdido totalmente.Estos relatos ayudan a revivirlos y en esta oportunidad recogemos algunos relativos a mujeres de la ciudad de Tsuchiura.
La hija de un funcionario relata un episodio protagonizado con su abuela quien
14 ibid. P.12
15 ibid. P.13
7
había vivido los últimos años de la era Tokugawa. Ella cuenta que cuando caminaban por una calle, se encontraron con una antigua criada llamada Otsune, quien los había dejado para casarse. La joven, sorprendida al verlas, se puso a un costado, se arrodilló ante su abuela e inclinó su cabeza hasta tocar el piso. Todos quedaron atónitos observando esa escena, menos su abuela que solo le dijo que había oído que se encontraba muy bien con su nueva vida de casada. Luego su abuela continuó su camino sin inmutarse. Este tipo de conductas todavía continuaban muy arraigadas en las personas mayores, incluso a fines del siglo XIX. De todos modos, los niños de estratos superiores también eran criados severamente y debían ayudar en las tareas de la casa. Incluso, la atención de la abuela, la limpieza de su habítación debia hacerla su madre y no permitía que ninguna criada lo hiciera.
Hasta aquí el caso de una mujer de una familia de funcionarios – en general originalmente samurai de rango medio.
Actualmente se utiliza el pronombre “okusan” para todas las esposas, pero antiguamente se lo empleaba solo para las esposas de los ricos comerciantes y terratenientes. Literalmente significa “la persona que está en el fondo de la casa” y era allí donde permanecía la mayor parte del tiempo. No era bien visto que se mezclara con la muchedumbre en los festivales.
La escuela de costura era una de las capacitaciones tradicionales que las niñas de clase media y de familias campesinas tomaban. En Tsuchiura una de ellas era la de la sra. Kimiyama.. Mitsu Oshima cuenta que a los 20 años decidió tomar este curso y como vivía lejos de la escuela entró como pupila, viviendo allí mismo. Eran alrededor de 10 jóvenes en esa condición y más de cien que asistían diariamente desde sus casas. Algunas se levantaban al amanecer para poder conseguir un buen lugar en la clase.
La vida en la casa de la señora era muy estricta. No eran pensionistas, sino que debían trabajar realizando las tareas domésticas, y la señora las instruía no solo en la costura sino en los modales, uso del vocabulario preparándolas para el matrimonio. Ellas traían malos modales porque las formas adquiridas en el campo respondían a necesidades diferentes. Se valoraba de una joven campesina el que se
levantara rápidamente, se cepillara sus cabellos y los recogiera con un pin, se limpiara sus dientes frotando en ellos un poco de sal. Era una virtud comer lo más rápido posible y volver al trabajo. La señora Kimishima les enseñaba a usar los palillos para trozar el pescado, comer de a bocados pequeños y no llenarse la boca.
La señora Sui Nakazawa, nacida en 1909, relató el camino que tuvo que recorrer hasta convertirse en geisha. Ella había nacido y crecido en Sawara. No hay demasiados contactos entre Sawara y Tsuchiura, ambas situadas a orillas del lago Kasumigaura, aunque un siglo atrás lanchas de vapor hacian el trayecto regulamente de un extremo a otro del lago, convirtiendo a ambas en prósperas comunidades.
Cuenta que apenas terminó su último año de escuela primaria a la edad de once años, su familia la envió a una casa de geishas como shitajikko. Este constituye el status de quien no tiene edad suficiente para convertirse en aprendiz, pero comienza a servir y a quien se le enseñan los primeros rudimentos.
Ella destaca lo afortunada que fue al poder terminar los seis años de la escuela primaria, recuerda que a muchas chicas se las obligaba a dejar la escuela a los 8 o 9 años y entonces eran enviadas a trabajar en hogares o como baby sitters. En su caso su padre había muerto cuando era bebe y su madre tuvo que llevar adelante la casa. A diferencia de las que iban a trabajar como sirvientas o para cuidar niños, las familias que daban sus hijas a casas de geishas recibían un dinero que en general se destinaba a pagar deudas.
8
En los viejos tiempos, Sawara era un centro comercial con un puerto con gran movimiento y que contaba con una gran casa de geishas. Las jovenes sirvientas se encargaban entre otras cosas de atenderlas, llevar sus mensajes, hacerles mandados.
Cuando llegó el momento de iniciar su preparación, comenzó a entrenarse en danzas, así como a tocar el shamisen y el tambor. Una mujer venía a la casa regularmente a darle lecciones de tambor, mientras que para las otras artes iba a la casa de diferentes maestros. Pero las lecciones más estrictas eran sobre reglas de etiqueta, la actitud hacia los superiores, el comportamiento frente a los clientes, la forma correcta de hablar. Por ejemplo, se les enseñaba a que no debían nunca ni comer ni beber cuando atendían a los clientes. Se le enseñó una y otra vez que la función de la geisha no era solo divertir al cliente y hacerle pasar un buen momento, que la prostituta también podía hacerlo. No, una geisha debía ser una artista, dedicar su vida a ello. Esto se les repetía hasta el cansancio,incluso mientras dormían.
Llevaba largos años de dura práctica y trabajo convertirse en una geisha de aquellos días y debido a ello la atmósfera en las fiestas en que participaban era algo diferente de lo que es en la actualidad. Pero cuando mira al pasado y hace un balance de su carrera, se pregunta si el rígido entrenamiento que cada una tenía fue en realidad bueno. Debido a la disciplina por demás estricta a la que se veían sometidas muchas perdían la habilidad para expresar su propia personalidad. 16
La partera, Sui Katayanagi, nacida en 1915, relata experiencias de su trabajo. Actualmente si una mujer se embaraza lo primero que hace es ir a un examen médico y desde entonces concurrir una vez al mes para seguir la evolución de su embarazo. Pero antes de la segunda guerra este tipo de cuidado pre natal estaba solo al alcance de los ricos. En esos tiempos lo común era consultar con la partera a los 8 o 9 meses de embarazo. En el peor de los casos – y estos era lo más usual, no llegaba a consultar con nadie hasta el momento del parto. Cuando comenzaba a sentir las contracciones alguien de su familia era enviado a buscarla. Al llegar al hogar de la parturienta era común que no tuviera nada preparado, ni agua ni jabón.
La más terrible experiencia que tuvo fue al atender el nacimiento del niño de los Tanaka. El bebé nació bien y tanto madre como hijo estaban seguros. Fue invitada a quedarse a cenar con ellos luego del nacimiento, como era costumbre. Tras finalizar la comida, volvió a revisar el estado de la madre y el bebe y tras asegurarse de que estaban bien regresó a su casa. Cuando ya estaba a punto de dormir, llaman a su puerta con fuertes golpes. Era el esposo, que estaba totalmente pálido y le pedía que regresara con él, porque su esposa tenía una hemorragia y no dejaba de sangrar. Entonces salió corriendo hasta el puesto de rickshaws y consiguió que la llevaran directamente a la casa de los Tanaka. Allí el espectáculo era terrible, la mujer sobre el piso en un charco de sangre. Solicitó que alguien fuera hasta el hospital de Tsuchiura y llamara a la doctora Ishijima. Ella llegó prontamente y le administró medicinas que hicieron que la hemorragia se detuviera. Al preguntarle cual había sido la causa, ella le explicó que se debía a la malnutrición, jornadas de trabajo agotadoras en el campo por años y una alimentación de solo arroz con cebada. Esto hacía debilitarla y que cuando el bebe naciera el útero no se contrajera adecuadamente. Por suerte se pudo actuar a tiempo y salvarle la vida.
El trabajo de las parteras se redujo durante la ocupación norteamericana en la posguerra, a partir de entonces se recurrió a los hospitales para el parto. 17
16 Saga, pp.156-159
17 Saga, pp. 146-149
9
3- La mujer en la actualidad.
Si bien los progresos tecnológicos produjeron un gran cambio en la vida rural, algunos aspectos sociales no fueron alterados en demasía. Naturalmente ya la mujer no está sometida al duro trabajo que deterioraba su salud y si actualmente se enferman, reciben un cuidado médico muy superior. Debido a ello también su expectativa de vida creció muchísimo, actualmente supera los 80 años, comparados con los menos de 50 en 1935. Esto también significa que permanecen dependiendo de sus hijos muchos más años después que estos se han casado. Pero la piedad filial es un sentimiento que se ha visto debilitado en años más recientes. Son menos los hijos dispuestos a cuidar de sus ancianos padres.
Una de las razones que determina que la situación de la mujer en la actualidad no haya sufrido grandes cambios en lo esencial, es el mantenimiento de la estructura legal de la familia. Como señala Sugimoto, la estructura familiar es la base de la sociedad japonesa y se refleja en el registro familiar llamado koseki. Este documento constituye un instrumento poderoso que provee de información acerca de sus miembros, a quien solicite su presentación.
Las empresas, por ejemplo antes de tomar a un empleado, le exigen su presentación. Allí se registra el jefe de familia, su esposa y sus hijos por orden de nacimiento, especificándose en el caso de tratarse de hijos naturales reconocidos. Esta práctica discriminatoria recién fue revisada en 1995. Complementario es el registro de residencia o juminhyô. En esos dos instrumentos se apoya la ideología de la casa o “ie”.
Si bien el código civil de posguerra eliminó el criterio de primogenitura e igualó a todos los hijos, en la práctica sigue existiendo la primogenitura y el mantenimiento de este sistema es desventajoso para la mujer. La cabeza de la casa en el 98% de los casos son hombres. Aunque la cabeza de la familia fallezca, sigue siendo virtualmente tal. De modo que una viuda sigue registrada bajo dependencia de su esposo difunto. También en el caso de que un niño nazca hasta 300 días después de concedido el divorcio entra en el registro familiar de su ex marido, aunque no sea incluso, su hijo biológico.Así perjudica a la mujer en caso de divorcio, preserva las ventajas del hombre y protege el sistema.
Respecto de los hijos naturales aún el actual código civil determina que hereda de sus padres solo la mitad de lo que le corresponde a un hijo legítimo. Este sistema de registro ha sido también un eficaz instrumento contra el divorcio.
Si bien el porcentaje ha ido en aumento, aun no ha alcanzado los porcentajes de fines del siglo XIX cuando las parejas podían hacerlo libremente. En 1883 la tasa era 3,4 por mil y en 2001 apenas llegaba al 2,3 por mil. Al momento de divorciarse se emiten documentos individuales para cada miembro de la pareja y cada hijo. Como se trata de documentos requeridos para cada instancia significativa de la vida, estos quedan así estigmatizados. Si bien hay una tendencia favorable a que cada miembro de la pareja pueda conservar su apellido, son los grupos más conservadores quienes defienden la tradición.
También el sistema de enterramientos está vinculado con el sistema familiar. El linaje es importante y las familias poseen tumbas que contienen los restos de sus antecesores. Como la mujer pertenece a la familia de su esposo allí es enterrada. Así, aunque el sistema de registro familiar no lo determina, este marco llega a regular los destinos de la mujer, incluso después de su muerte.
Otro elemento básico para entender la mecánica de la sociedad japonesa es el de “seki” o lugar en la sociedad. Así se hacen visibles aquellos que no poseen nacionalidad japonesa, que están fuera del sistema y quedan diferenciados
10
claramente de los japoneses.
Desde la perspectiva legal, en la tesis doctoral de Mieko Takahashi se muestra cómo la situación de la mujer en Japón experimentó una transición histórica junto con la de su sistema político, social e ideológico através de la Segunda Guerra Mundial. Durante este período, el gobierno impulsó a las mujeres a ser las “madres de la nación” a través del buen cuidado de la casa mientras sus esposos estaban en el frente.18
En el período de posguerra, esta ideología de la “maternidad” fue reemplazada por la ideología de la “buena esposa”. Bajo el liderazgo del gobierno norteamericano, la nueva constitución entró en vigencia en 1946.
La ocupación norteamericana anunció que la emancipación de la mujer era la clave para la democratización de la sociedad. Desde ese momento, muchas organizaciones femeninas comenzaron a trabajar activamente hacia la igualdad de derechos. Junko Kuninobu denomina la movilización de la mujer durante la posguerra como “la tercera ola del movimiento de la mujer”, llevado adelante por más de diez millones pertenecientes a diferentes grupos por sus derechos, principalmente como madres19.
Incluso para fines de la década de 1990, si bien la activistas y feministas luchaban por su emancipación y peleaban contra la discriminación existente, no representaban la corriente principal del movimiento.
En relación con el rol de la mujer en la familia, fuertes debates acerca del rol de la ama de casa surgió en las décadas de los 50 y 60. Ayako Ishigaki, en su artículo de 1955 “El discurso sobre el ama de casa como segunda ocupación”, sostenía que la mujer debía tener un trabajo pago y combinar eso con su trabajo como esposa. Su argumento recibió más críticas que apoyo. Fue fuertemente criticado y este debate de los 50 fue llamado “el primer debate sobre el ama de casa”, el cual consistió entre diferentes discursos: 1) el que sostenía la diferencia de los roles por sexo y el rol de la mujer como ama de casa; 2) el que toma posición como los socialistas y afirma que la emancipación de la mujer se va a alcanzar a través de su participación en el mercado de trabajo; 3) el discurso que sugiere la participación de la mujer en la sociedad como ciudadana debe ser a través de sus actividades en redes, como el caso de los movimientos de consumidores.
A comienzos de los 60, se produce el segundo debate sobre el ama de casa, cuando Fujiko Isono enfatizó el valor económico del trabajo del ama de casa en su artículo “La confusión del discurso de la emancipación de la mujer.” Aunque estos debates fueron intensos y abiertos, permanecieron en el ámbito académico y no resultaron en ningún cambio en la realidad social y política. En los 70, surgió el movimiento colectivo de la liberación femenina. Las activistas eran principalmente mujeres del Movimiento de Nueva Izquierda. Ellas trataron de pelear contra la dominación masculina en la sociedad y criticaron las relaciones familiares convencionales que enseñaban a la mujer a ser femenina, incluyendo el sistema de matrimonio e incluso el educativo20. Sin embargo, durante el mismo período, Kyoko Takeda argumentó por el valor del ama de casa de tiempo completo21. Muchas mujeres quienes sintieron su identidad como amas de casa, amenazada porque el
18 Takahashi, Mieko. Gender Dimension in Family Life. A Comparative Study of Structural Constraints and Power in Sweden and Japan. Stockholm,Almquist and Wiksell Internatioanl, 2003, PhD Dissertation.pp.15 a 35. 19 Idem., p.20
20 Takahashi, Mieko. Gender Dimension in Family Life. A Comparative Study of Structural Constraints and Power in Sweden and Japan. Stockholm,Almquist and Wiksell Internatioanl, 2003, PhD Dissertation.p.21. 21 idem
11
movimiento antes mencionado apoyaba el argumento de Takeda. Sin embargo no hubo ningún reclamo colectivo sobre la división del trabajo por género en Japón. Shiota describe que el movimiento feminista en los 70 se volvió el de las amas de casa de clase media y educación superior con el fin de ganar derechos sociales como tales22. A comienzos de los 80, el gobierno respondió al movimiento feminista explícitamente e implícitamente, institucionalizando los derechos de la mujer como amas de casa mucho más fuertemente a través de los sistemas de pensión y retiro, los cuales favorecía a la esposas dependientes o las de trabajos de tiempo parcial.
El objetivo del gobierno de posguerra era el desarrollo económico de la nación. A los efectos de favorecer el desarrollo de las empresas eran necesarios “guerreros” empleados. Así, impulsar empleados leales y devotos fue el principal interés del gobierno. A efectos de alcanzar ese objetivo era necesario también
disponer de esposas de tiempo completo que se encargaran de atender la casa y cuidar de la salud de hijos y esposo. En esta estructura familiar, el rol del marido era ganar dinero para mantener la casa mientras la mujer se encargaba de todo el resto.
Las mujeres que han seguido su carrera profesional provienen de familias de nivel sociocultural alto, con carreras universitarias. Estas además de constituir una elite, gozan de un triple ingreso, el propio, el de sus esposos y además el apoyo económico de sus familias.
La creciente demanda de mano de obra femenina y la baja en la tasa de nacimientos determinó que el gobierno tomara cartas en el asunto y legisladores y líderes de la industria buscaran institucionalizar medidas para permitir a la mujer trabajar y atender a su familia.
En 1985 se promulgó la ley de Igualdad de oportunidades y en abril de 1993 la Ley de Licencia por Nacimiento. Pero ninguna de las dos tiene provisiones referidas al incumplimiento de la ley. La primera se trata de un principio ideal de igualdad de tabajo.
“Casi 20 años después de la entrada en vigo de la Ley de Igualdad de Oportunidades de Empleo, las mejoras laborales todavía no se terminan de cumplir. La contribución media de las esposas japonesas a los ingresos de la casa son del orden del 10%, una cifra ostensiblemente baja en comparación con otros países altamente desarrollados.” Esto afirma Michiko Miyamoto en un artículo publicado en agosto de 2006. Ella agrega que el mercado laboral todavía está muy lejos de permitir a las mujeres ganarse la vida como actores económicos independientes. El 60% de los llamados freeters (personas, principalmente jóvenes, que pasan de un trabajo temporal a otro) son mujeres. Esto puede ser parte de la diversificación de los modelos laborales, pero se trata de un diversidad limitada que consiste en proteger los “derechos adquiridos” de los empleados fijos masculinos y que no encaja con la realidad.
Con el aumento del número de hogares que no encajan en el paradigma del hombre como mantenedor de la familia, como los de las mujeres solteras o divorciadas con hijos, las prácticas laborales actuales con la protección de los derechos adquiridos de los trabajadores masculinos fijos ya no se ajustan a la realidad de los cambios en los tipos de familia. Es que entre las generaciones más jóvenes de japoneses, el porcentaje de solteros ha continuado creciendo en todos los grupos de edad, pero esta tendenca resulta especialmente pronunciada entre el grupo de 30 a 34 años, en donde un poco más del 40% de los hombres y un poco menos del 30% de las mujeres siguen solteros. Cerca del 70% vive con sus padres.
22 idem.
12
La tasa de matrimonios está cayendo porque con las inestables condiciones laborales, los hombres y mujeres adultos están optando por vivir con sus padres en lugar de pasar a ser financieramente independientes y fundar su propio hogar. El motivo de esta elección es que todavía no se ha producido un cambio radical en las relaciones de género, principalmente no se ha modificado el concepto masculino del trabajo. Los cambios producidos por otra parte, han provocado la exclusión de las mujeres y los jóvenes.
4- Balance final: cambios y continuidades
A lo largo de este relato, se presentó a la mujer campesina, productora y reproductora; también a través de algunas prácticas diarias cómo continuaban marcándose las diferencias de estamento de origen. Desde mediados del siglo XIX hasta comienzos del siglo XX siguieron siendo unas pocas que podían avanzar a la ciudad y procurarse un mejor nivel de vida. Tuvo que esperar hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial para obtener derechos políticos y unas cuantas décadas más para obtener mejoras en sus condiciones laborales. Incluso la prosperidad, producto del rápido crecimiento económico, el desarrollo tecnológico, el desarrollo de la educación, simplemente fueron una mejora para mantenerla en un rol secundario. Buena esposa- que en algunos casos se extendía al rol de buena administradora-, madre inteligente, dedicada a allanar el camino del éxito de sus hijos. Y si bien se libró de las duras tareas que la vida rural de la familia extensa imponía, ahora frente a una sociedad envejecida no la ha librado de la obligación de cuidar a sus padres políticos, agravado por la prolongación de la vida, la necesidad de cuidados permanentes y un estado que aún no ha terminado de desarrollar mecanismos que puedan apoyarla en esta tarea.
Del principal pasatiempo de la mujer de la aldea que era el intercambiar “chismes”, pasó a fenómenos como el del “koen debut” o debut social de sus niños en el parque más próximo junto a otras madres jóvenes, amas de casa de tiempo completo.
Ahora la mujer tiene la posibilidad de elegir, el matrimonio no es el único camino para su vida y puede dedicarse a buscar otros caminos para vida. Estos están cada vez más alejados del hogar, marido e hijos. Ya su ausencia en las áreas rurales, ha llevado en casos extremos a buscarle reemplazante en el extranjero, uno de los casos más conocidos es el de las mujeres filipinas de origen japonés que aceptan casarse con hijos mayores que han quedado a cargo de las tierras y el cuidado de sus padres ancianos.
Si bien la vida en la ciudad sigue también estando lejos del paraíso, para el ama de casa de tiempo completo, fue disfrutar de tiempo libre una vez finalizada la etapa de crianza de sus hijos. Los hobbies que pudo haber cultivado distaban de una dedicación profesional. Estudiar idiomas extranjeros, arte, literatura, la posibilidad de consumir productos de marca internacional, cosméticos y poder desenvolverse socialmente. Esa preparación estuvo al alcance de la mujer de clase media. Hoy en día las geishas constituyen “el último bastión de ciertas artes tradicionales japonesas, como el arte de tocar el shamisen, el canto de temas y relatos tradicionales, la danza japonesa clásica, la etiqueda y el ceremonial, el arte de vestir el kimono”. Continúan siendo un producto de lujo reservado a sectores altos de la sociedad, del mundo de los negocios y la política quienes disponen de medios para emplearlas con cierta regularidad23.
23 Tanaka, Yuko.p.56
13
Cuál es la imagen de la mujer japonesa hoy? Ya se le ha reconocido como una fuerza social importante pero que continúa siendo relegada. En cuanto a cambios, estos han sido más cuantitativos y menos cualitativos. Pero ya se vislumbran como inevitables, empujados por las transformaciones socioeconómicas que vive Japón. Tarde o temprano su inserción en el sector productivo impulsarán cambios cualitativos concretos de su posición en la sociedad.
14
Bibliografía
Benedict, Ruth.(1974) El crisantemo y la espada. Patrones de la cultura japonesa. Madrid, Alianza editorial.
Hane, Mikiso.(1982) Peasants, rebels and outcastes. The underside of modern Japan. New York, Pantheon Books.
Harzig, Christiane (1997). Mozas campensinas, mujeres de la ciudad. Del campo europeo a la urbe americana. Cornell University Press.
Hobsbawm, Eric (2001). “La nueva mujer” (en: La era del imperio. 1875-1914. Buenos Aires, Crítica, pp. 202-228)
Miyamoto, Michiko (2006). “Un trabajo menor para la mujer.” (en: Cuadernos de Japón, vol.XIX, nro.3, pp.43-47) .
Saga, Junichi (1987). Memories of Silk and Straw. A self-portrait of small-town Japan. Kodansha International.
Shoji, Kaori (2006). “Memoirs of a Non-Existent Geisha.” (in: The Japan Journal, February, p.39).
Smith, Robert J. and Ella Lury Wiswell (1982). The Women of Suye Mura. Chicago, The University of Chicago Press.
Sugimoto, Yoshio (2003). An Introduction to Japanese Society. Cambridge University Press.Cap.6 Gender stratification and the family system.pp.146-182
Tada, Michitaro (2006). Gestualidad japonesa. Buenos Aires, Adriana Hidalgo.
Takahashi, Mieko (2003). Gender Dimension in Family Life. A Comparative Study of Structural Constraints and Power in Sweden and Japan. Stockholm,Almquist and Wiksell Internatioanl, PhD Dissertation.
Tanaka, Yuko (2004). “Evolución histórica de la geisha” (en: Cuadernos de Japón, vol XVII, nro1, primavera 2004, pp.52-56)
Yanagida, Kunio (1957). Japanese Manners and Customs in Meiji Japan. Tokyo, Heibonsha.
15